BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




martes, 29 de abril de 2014

EL MADRID DE CARLO (SEXTA ENTREGA)


Pep Guardiola manejó en la previa del partido una serie de conceptos y de argumentos que no suele manejar alguien que aúna estética y valores, tan necesarios en el muchas veces prosaico mundo del fútbol. La idea del estadio del Bayern como infierno dantesco no fue desmentida por Guardiola y con ella se apelaba a los viejos tiempos en los que el Madrid solía amedrentarse cuando debía competir en Alemania. 

El Madrid llegaba de víctima propiciatoria, dispuesto a sufrir, a capear el temporal. Pero la grandeza del fútbol es su carácter imprevisible. El Madrid hizo el mejor partido de la temporada en el mejor escenario posible mejorando ostensiblemente la imagen ofrecida en el partido de ida en el Bernabeu. Históricamente el Madrid siempre había sucumbido en Munich. No tengo memoria de aquel primer duelo entre ambos equipos en la semifinal de la Copa de Europa de 1976 pero me acuerdo de muchos de aquellos futbolistas que la disputaron. En el partido de ida en el Bernabeu Madrid y Bayern empataron a uno. En el partido de vuelta el portentoso Gerd Muller fulminó al Madrid con dos goles de ariete puro. Me acuerdo de Muller, de Beckenbauer, de Rummenigue que en 1976 representaba el futuro del fútbol alemán. Y también de Miguel Ángel, Pirri, Amancio, Santillana o Breitner, cromos heredados de mis primos y de mis hermanos, cromos con sabor a historia balompédica. 

Las fidelidades futbolísticas suelen ser inquebrantables. Uno es del Madrid desde siempre como podía haber sido de otro equipo. Se es o no se es y a partir de ahí no puede uno andar cambiando de equipo como  de camisa. Igual que Serrat lleva la foto de Kubala en su cartera yo podría llevar la de Butragueño o la de Juanito. El Madrid de Ancelotti ha alcanzado en el partido de hoy una plenitud inesperada. Yo mismo he desconfiado de este equipo que parecía funcionar a fogonazos. Pero hoy en Munich el fútbol ha dado la razón al técnico italiano que ha planteado un partido perfecto con una disciplina encomiable y una poética del vértigo rubricada en las botas de Bale, Di Maria, Benzemá o el muchas veces incomprendido Ronaldo. 

Dos goles de Sergio Ramos y otros dos de Ronaldo conformaron la épica de una noche de ensueño futbolístico. No sé si los que desertaron del Madrid en la era Mourinho ahora regresan a esa patria futbolística que tiene que ver también con la infancia. Mi patria es también el Real Madrid y no me avergüenza decirlo y proclamarlo a los cuatro vientos con el respeto y el amor que siempre he sentido por este noble deporte que todavía practico. Y hoy más que nunca nos acordamos de Juanito, el inolvidable siete blanco, parte también de los días azules de mi infancia, fundiendo simbólicamente el postrero verso luminoso del poeta de Campos de Castilla con un regate en un palmo de terreno de aquel Juan Gómez, el ídolo inmortal del sentimiento madridista.