BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




miércoles, 26 de febrero de 2014

SERRAT Y PACO DE LUCÍA


La guitarra de Paco de Lucía se ha quedado repentinamente en silencio. Hoy todos los que amamos la música nos sentimos un poco huérfanos. Hace poco perdíamos también al poeta Félix Grande que dedicó una parte de su obra a desentrañar los misterios del arte flamenco. A Paco de Lucía le dedicó artículos excepcionales desde finales de los años sesenta. Algunos de ellos se agruparon en un volumen titulado Agenda flamenca de lectura más que aconsejable. 

Félix Grande se quejaba en 1969 de la escasa bibliografía flamenca y la comparaba con los ingentes estudios dedicados al tango argentino. En ese contexto aparece un talentoso guitarrista llamado a hacer historia en la música flamenca que seguía siendo despreciada por los puristas y por la ortodoxia de quienes fuera de la música culta no hallaban razones para extasiarse. Félix Grande escribió mucho sobre el valor incuestionable de la música popular y lo mismo dedicaba unas líneas al guitarrista argentino Eduardo Falú que a Paco de Lucía que en ese año 1969 editaba un disco titulado Fantasía flamenca que mereció la mayor consideración.

A la manera del machadiano Juan de Mairena el poeta extremeño reivindicaba la fuerza expresiva del folclore y escribía sobre el genio emergente de Paco de Lucía, guitarrista virtuoso y genial que ya en 1970 merecía también la crítica entusiasta de Xavier Montsalvatge en las páginas de La Vanguardia: "Paco Lucía (sic) es un auténtico prodigio que no puede compararse con ningún otro guitarrista...". Montsalvatge hacía referencia a su contundencia sonora y rítmica que parecía emanar de una guitarra de acero y también aludía al fulgor técnico de su prodigiosa mano derecha. 

Paco de Lucía ha muerto en México donde Joan Manuel Serrat se encuentra de gira estos meses. También Montsalvatge le dedicó a Serrat alguna que otra línea elogiosa. El cantautor catalán habrá recibido la noticia con consternación recordando algunos momentos compartidos con el guitarrista algecireño. Uno de ellos nos lleva a la Plaza de Toros de Sant Feliu de Guixols a un día del mes de agosto de 1979. Allí y de modo absolutamente excepcional comparten recital Paco de Lucía y Serrat, ambos en plenitud creativa. En principio iba a ser Benidorm el lugar escogido para el mano a mano pero finalmente el encuentro se produce en Sant Feliu de Guixols. La actuación conjunta supone un encuentro histórico de dos artistas excepcionales. La experiencia no va a repetirse en el futuro. 

El recital se divide en dos partes. En la primera comparece Paco de Lucía. Lluis Bonet Mojica es testigo del recital y escribe en La Vanguardia las siguientes palabras: "Paco de Lucía se transforma cuando toca, vibra con el público e impresiona por su gran aplomo y virtuosismo...".  En un momento de su recital le acompaña su hermano Ramón de Algeciras. Paco de Lucía culmina su actuación con su clamorosa Entre dos aguas. 

La segunda entrega del recital corresponde a Serrat que se acompaña de su fiel compañero de travesía Ricardo Miralles dirigiendo un cuarteto de contrastados músicos: Jordi Clua al bajo, Manuel Chacón a la guitarra, Manolo Morales al clarinete, la flauta y el saxo y Francesc Rabassa a la batería. Serrat alterna sus clásicos populares con su repertorio más reciente. Suena la "Cançó de matinada" y "Els vells amants" y también "Qué bonito es Badalona" y la historia por rumba de "Caminito de la obra". El Serrat charnego, mestizo y el que también invoca a sus orígenes, a aquellas canciones que vinieron a fundar un estilo, una poética, una personalidad. 

El recital dio el último suspiro con la interpretación de "Mediterráneo" que permitió el mano a mano esperado y anunciado de Serrat y Paco de Lucía. Josep Puvill inmortaliza con su cámara el instante. Las miradas del cantautor catalán y del guitarrista algecireño ("de Algeciras a Estambul...") se cruzan cómplices en un segundo de eternidad que hoy rescato como forma de recordar al maestro Paco de Lucía que tuvo en Juan José Téllez el mejor narrador posible de su odisea vital y artística. 

Con el tiempo los dos artistas volverían a encontrarse. Serrat invita a Paco de Lucía a las sesiones de grabación de Material sensible (1989) y de Utopía (1992). Su guitarra flamenca late con el virtuosismo acostumbrado en "Salam Rashid" y en "Utopía", dos momentos culminantes de aquellos discos. En aquellos reencuentros recordarían con cierta nostalgia aquel recital compartido en Sant Feliu de Guixols. 

sábado, 15 de febrero de 2014

LOS HIPPYTANOS, ANTONIO BURGOS Y EL ABORTO


Antonio Burgos no faltó a su cita con la comparsa de Antonio Martín que este año se llama Los hippytanos para regocijo del cantaor jerezano Diego Carrasco. La amistad del fino escritor sevillano con Martín demuestra que el pensamiento de cierta derecha y el de cierta izquierda pueden proponer diálogos de franca distensión y que la amistad y el compadreo está muy por encima de las ideas. Algo que debiera saberse en estos tiempos demasiado airados, demasiado tendentes al exabrupto y a lapidar al que se sale del discurso oficial y del pensamiento único de unos y de otros. 

Pensaba esto porque ayer Martín soltó una letra a favor del aborto y  de la libertad de la mujer para dar a luz, algo que no debió gustarle a Burgos cuyo pensamiento está en el extremo de lo que escribía en el año que dio a imprenta Andalucía, Tercer MundoEs una curiosa coincidencia que hoy Burgos escriba en ABC un artículo titulado "El aborto de la señorita Pepis" y hable de la farsa abortista del Parlamento andaluz y de la negación del derecho a la vida de los defensores del aborto. 

Burgos no es Pasolini. Quiero decir que su modo de defender la vida y de posicionarse contra el aborto y el derecho de la mujer a decidir no es el mismo que el que empleó el admirable autor de los Escritos corsarios. Ahí radica un problema, en el tono y en la forma de quienes defienden que la vida es sagrada. Por eso no debió gustarle mucho el pasodoble de su amigo y debió recordar con añoranza otras comparsas de Martín como aquella España y Olé que sí podía sintonizar más con su actual modo de entender la realidad. Dicho esto con el máximo respeto hacia quien mantenía amistosa correspondencia con mi padre en los años sesenta del pasado siglo. 

sábado, 8 de febrero de 2014

NIÑOS EN EL TIEMPO



En el tren que me llevó hace unos días hasta Madrid leí Niños en el tiempo de Ricardo Menéndez Salmón. En el ámbito de los demasiados libros hay escritores cuya obra se sitúa en un territorio de absoluta trascendencia y exigencia. El primer relato de Niños en el tiempo estremece y noquea al lector que siente el dolor de esa pareja que ha perdido un hijo y se ha perdido a sí misma. "La paternidad es una provincia pedagógica; la orfandad es una escuela desolada". Subrayo el párrafo demoledor en lápiz rojo mientras el tren toma posesión de su trayecto y uno teme ese instante en el que se pierden las riendas de la vida cuando llega a sentirse el asedio brutal de un viento huracanado, el descarrilamiento de todos los trenes. 

La muerte del hijo en Niños en el tiempo me hace pensar en ese trozo de vida ardiendo en el papel que es Mortal y rosa, esa obra maestra de Umbral. Aún hay quienes al referirse a Umbral aluden a la anécdota televisiva que protagonizó con la inefable Mercedes Milá. "Yo vengo a hablar de mi libro" como Umbral. Ese slogan aparece como recurrente forma de autopromoción y de chiste fácil que simplifica a Umbral de forma y manera lamentable. Esta simplificación viene de aquellos que indudablemente no han leído ni una sola página del autor de Las ninfas que hallaría sin duda en Niños en el tiempo un relato cercano a su propia experiencia. 

Menéndez Salmón o Umbral son dos formas de literatura vivida y sentida. En ambos casos la palabra escrita se trabaja con el mismo cuidado que un imaginero podía trabajar la madera del cedro o el pino de Flandes en el Siglo de Oro. Niños en el tiempo se atreve a incursionar en la infancia de Jesús de Nazaret para culminar su expresivo y poético tríptico en una isla que espera la entrada en escena de una mujer que debe tomar una importantísima decisión. En los tres relatos que componen la música de cámara de Niños en el tiempo la prosa de Menéndez Salmón acontece como íntima vibración, como resonancia lírica, como delicado ejercicio de infancia recobrada y drama inapelable. Al leer ese relato inaugural de pérdida y duelo me acordé de "Tarantán" de Patxi Andión y del hijo imposible que perfilaba el rostro de aquella hermosa canción. 


EL MADRID DE CARLO (y 2)

Desde que Di Maria apodado el fideo se acomodó las partes nobles al ser sustituido en un partido de liga todo parece haber cambiado para el jugador argentino al que ya no se discute. Son las cosas del fútbol, la línea sutil que separa el éxito del fracaso, la salida a hombros de la condenación eterna. Con Carlo Ancelotti el Madrid ha encontrado el equilibrio después de un titubeante comienzo de temporada. Ahora nadie disiente del apocado técnico italiano. En eso algo ha tenido que ver la lesión de Khedira porque Modric se ha erigido en el jugador perfecto para acompañar a Xavi Alonso en el centro del campo. El juego blanco pasa por las botas del croata y eso ya es decir mucho porque Modric es un jugador superlativo. Y luego está la pólvora de Cristiano Ronaldo, como casi siempre. 

Otra cosa es la continuidad del juego del Real Madrid, la excelencia de ese juego. El Madrid sigue sin jugar bien que es lo que prometió Ancelotti. Eso sí es un equipo sólido y a veces vertiginoso, como un western con John Wayne. Esto de la solidez me recuerda a la era Mourinho y uno esperaba ciertamente otras cosas del Madrid. Desterrado Isco como director de orquesta el Madrid funciona a fogonazos gracias a la calidad indudable pero intermitente de sus futbolistas, llámense estos Benzemá, Bale o el canterano Jesé convertido en gran esperanza blanca.

El triunfo sobre el Atlético de Madrid en la Copa del Rey tuvo mucho de apelación a la casta. Y esto -insisto- tiene más que ver con la era Mourinho que con la era que pretendía instaurar Carlo Ancelotti. Quizá uno se esté volviendo viejo y nostálgico y se acuerde demasiadas veces del Madrid de la Quinta del Buitre. Son otros tiempos, evidentemente. Dejémoslo así. 

Mientras escribo estas líneas Bale ya ha marcado el uno a cero frente al Villarreal. El partido tiene las cartas marcadas y trascurre a expensas de algún fogonazo blanco que vuelve a llegar de la mano de Benzemá. Pero el duelo carece de verdadera emoción o al menos a mí me lo parece. El Madrid no necesita circular el balón, no se apodera de la pelota, no propone un juego exquisito, de toque y distinción, pero gana con facilidad y exhibe una superioridad aplastante sin apenas despeinarse, siendo más intenso que el rival. Tiene pegada -lo mismo que con Mourinho- y con eso puede que le alcance para ganar la Liga, la Copa del Rey y la Champions. Pero que no me hablen de un juego excelso. El buen juego es otra cosa. Y es más difícil de elaborar si están Pepe, Arbeloa o Cointreao en el campo. Con ellos la cosa tiene título de novela de Faulkner: El ruido y la furia por ejemplo.

lunes, 3 de febrero de 2014

LA CANCIÓN DE TINO



Me cité con Tino Tovar a comienzos del verano pasado en la Cafetería Miami, el mismo lugar que acogió una larga conversación con Javier Ruibal que impulsó la escritura de Más al sur de la quimera. Esbozamos aquella sobremesa un proyecto literario en común que quise titular La canción de Cádiz. La idea era profundizar en la historia de la comparsa desde Paco Alba a nuestros días, la comparsa como canción de autor de Cádiz, como machadiana palabra en el tiempo, como banda sonora de acordes y latidos. Tino pensó que La canción de Cádiz no sólo encajaba como título de nuestro libro sino también como título de su próxima comparsa. De alguna manera libro y comparsa caminarían por un mismo sendero emocional en una sintonía que a mí me pareció muy hermosa. 

El libro ha ido madurándose en estos meses sin someternos a un calendario estricto, a una premura peligrosa que pudiera condicionar el resultado. Del mismo modo Tino fue dando forma y sentido a su comparsa, compartiendo conmigo ideas hasta que todo lo abocetado ha terminando desembocando en La canción de Cádiz, enorme poema cantado que es fruto de uno de los creadores más profundos del Carnaval de Cádiz, un hacedor de coplas que aúna tradición y modernidad, lírica y compromiso en su modo de componer sus obras.

La canción de Cádiz está llena de matices, de sugerencias melódicas y expresivas, de esa poesía sutil tan difícil de alcanzar en estos tiempos de tantísima banalidad. Mientras otros desertan del Concurso del Falla Tino Tovar prosigue su búsqueda, cantándole a Cádiz, persiguiendo a las musas, trazando a contrarreloj un delicado universo de sensaciones, de sentimientos y cavilaciones. Todo ello con la complicidad de un grupo de voces magníficamente dirigido. 

Suena y espejea La Canción de Cádiz, quintaesencia del estilo de Tino Tovar, y viene a sonar parte del alma de esta ciudad, de los vientos viajeros que la acogen, de los suspiros callejeros donde el deseo florece y el tiempo parece detenerse. Tino Tovar le canta a Pedro Romero y en ese pasodoble, fiero y dulce a un tiempo, tiembla el mar de Cádiz, el mar indescifrable y penetrante como la vida misma que conforma la herida, el genio y el ingenio del verso cantor. De este modo olvidamos la otra parte del Carnaval, la de los egos, la de la expresión desmañada, la del narcisismo, la del fanatismo, la que hizo exclamar a Fernando Quiñones que de los Carnavales ya se borró. Tino Tovar convence hasta a los más escépticos con su forma de entender y sentir el Carnaval. Nadie como él refleja con su voluntad renovadora las posibilidades expresivas de la comparsa.