BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




domingo, 13 de abril de 2014

LUNA LLENA EN SEMANA SANTA



Para Gonzalo García Pelayo

Con cada Semana Santa llega el mismo regreso a la infancia, la misma primavera callejera, el mismo Cristo barroco muriéndose en la cruz, la misma estampa dolorida de la Virgen y la misma luna llena cantada por Luis Cernuda en un poema memorable de su libro Desolación de la quimera. Para lo que algunos es cansina repetición para otros supone un emocionado reencuentro con lo que nos conforma. 

La Semana Santa es territorio de ensueño, de quimeras, de infancias torrenciales en brazos de nuestros mayores. Todo depende de la forma en la que posemos la mirada. Poco me interesa la mirada que suele trasmitir el cofrade o el capillita o el pregonero que ama el ripio como a sí mismo. Tampoco la mirada iconoclasta de quien no comprendiendo nada desprecia lo que ignora y no atiende a los matices que encierra esta tradición de siglos. No parece comprenderla Yolanda Vallejo en las páginas de La Voz de Cádiz que firma un artículo titulado Tontos de capirote que repudia la plástica de la Semana Santa, la misma plástica que alababa Fernando Quiñones sin ir más lejos, a quien solía vérsele muy cerca de las procesiones con los ojos bien abiertos, muy líricos ante un espectáculo artístico y sensorial que atrajo su mirada de grandísimo escritor. Tómese el poema "Ahí sale" dedicado al Nazareno de Cádiz. Ahí está todo concentrado. Me quedo, claro, con Quiñones y con su forma de posar la mirada, nada ortodoxa, por cierto, sin retórica hueca de esa a la que alude la señora Vallejo en su artículo. 

A los unos y a los otros, a capillitas cerriles -que los hay- y a detractores, les respondo con el poema "Luna llena en Semana Santa" de Cernuda. El poeta desde la cruz de su exilio buscó volver al origen y lo hizo mirándose en la luna de parasceve, fulgente y misteriosa, en el sonido del clarín, del oboe, en la flor del naranjo, en toda esa suma bañando la ciudad toda. En ese conglomerado de esencias y sensaciones situó el poeta su propia arcadia, el tiempo sin tiempo del niño, la Sevilla eterna de la que marchara un día de septiembre de 1928. 

Esta Semana Santa que es territorio sugestivo en manos de heterodoxos ha dado pie a un excelente libro de Eva Díaz Pérez y José María Rondón titulado Semana Santa insólita (Almuzara, 2014). No encontrará el lector en sus páginas lugares comunes sino visiones que enriquecen la imagen que podemos tener de esta expresión indudablemente popular de Cristos itinerantes alentados por el pueblo en una suerte de representación que el poeta Manuel Mantero comparaba con una ópera entreverada de vida y de  muerte. A Mantero y su poema a las putas que van a rezarle al Gran Poder (Misa solemne, 1964) lo echo en falta en el libro y también a Gonzalo García Pelayo y su insólita y prodigiosa secuencia de la Macarena en Vivir en Sevilla, esa Macarena que cautivó al mismísimo Antonioni tal como se relata en uno de los apasionantes capítulos de Semana Santa insólita. 

Et in arcadia ego. Yo también buscaré mi arcadia particular cuando el Jueves Santo el Nazareno del barrio de Santa María de Cádiz descienda como un lorquiano barco de luz la Cuesta de Jabonería y vuelva a desbordarse el sentimiento popular. Habrá quien no entienda nada pero habrá quien sepa que esa imagen contiene mucho más de lo que aparentemente pudiéramos llegar a creer. Entre la saeta carcelera y antiquísima, el tambor resonante, el estruendo gitano estamos nosotros mismos, quienes habitamos un tiempo pretérito cada vez que volvemos al origen del mundo, al origen de las sensaciones, a esa Semana Santa de mágicas primaveras que nos pertenece, la misma que Cernuda buscaba en la  propia desolación de su quimera. 

Luna llena en Semana Santa, ni más ni menos.  Que fulge incluso por encima de la muchas veces retrógrada mentalidad cofrade o cofradiera y de la intolerancia de los otros, de quienes no sabiendo mirar despotrican, sin atender la hermosa mirada cernudiana a la que yo siempre vuelvo en estos días azules que colman con la fiebre del azahar las calles.