BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




lunes, 24 de marzo de 2014

ADOLFO SUÁREZ




La España del obituario, del oportunismo, de los homenajes a título póstumo, llora la muerte de Adolfo Suárez a golpe de epítetos redundantes y de calles con el nombre de Adolfo Suárez y de aeropuertos con el nombre de Adolfo Suárez y hasta  de silencios que hablen por sí mismos y lleven también el nombre de Adolfo Suárez. El que fuera presidente del gobierno, hombre de soledades políticas profundamente habitadas, se fue sin tener conciencia de lo que había sido, minado por la crueldad de la desmemoria del alzheimer. Pero su imagen casi impoluta vuelve del pasado y de pronto la infancia que tuvimos también regresa. 

Para muchos Adolfo Suárez fue parte de una España posible y solidaria, parte indispensable de una transición que con todos sus defectos articuló un canto de vida y esperanza con el objeto de edificar un país en libertad que enterrara para siempre los enormes sinsabores de la dictadura. Muchos seguimos buscando ese partido de centro que llegue a representarnos, esa opción moderada que en cierta manera representaba Adolfo Suárez al que hubo que matar políticamente para reconocerle su papel en la historia contemporánea de España. 

De Suárez recordamos su aplomo, su inmutabilidad el día del 23 F. Esa foto crucial propició la mirada penetrante de Javier Cercas en Anatomía de un instante, novela-ensayo que abría interrogantes en la espesura de una España en transición, que seguía buscándose a sí misma y cuyos fantasmas regresaban en forma de pistolas y de asalto al congreso. 

Hoy muchos ven a Suárez como un político ejemplar, el más ejemplar de todos los presidentes de la democracia española. Los más mezquinos le retratan como hijo del franquismo, sin atender al papel que desempeñara en favor de las libertades. Suárez sabía por donde debía respirar el país, lejos de la confrontación venenosa,  y gracias a su vocación de liderazgo y a su valía personal se terminó erigiendo en estandarte político de una nueva España que luego terminaría afiliada a la nube negra del desencanto. 

Ahora que la indignidad política es moneda corriente todos se congregan para velar al otrora zarandeado presidente del gobierno de España. Y pueden prometer y prometen que hay que volver a aquel viejo consenso de la transición como si fuera fácil sentarse y ponerse de acuerdo. Todos son honores para quien ya no tenía memoria de lo que había sido y ni tan siquiera podía procesar en su desgastada mente que su hija había muerto víctima de un cáncer. 

Cuanto penar para morirse uno clamaba el poeta desesperado que fue pastor de cabras y perito en lunas. Al poco leído Adolfo Suárez no le hizo falta leer a Miguel Hernández para tallar un sueño de pluralidad y concordia que enterrase a tanta víctima de la dictadura franquista. Hay quien se muere dos veces porque en la primera muerte todo ya se ha perdido, las huellas que delimitaron los actos, la propia melodía desencadenada de todo lo vivido y todo lo soñado. Hay quien vive pero ya no es y sólo puede ser sombra detenida en el tiempo cuando el ocaso se filtra en los rincones de la memoria.  Toda esa desazón experimentó Suárez, el constructor de la democracia, el hábil urdidor de las libertades, nuestro particular Kennedy como he oído decir en algún programa de radio donde hay demasiado ditirambo, demasiada opinión, demasiada impostura. 

Hubo un tiempo en el que Suárez era visto con enorme desconfianza y esto no ocurría sólo con la oposición. Haro Tecglen lo retrataba  en las páginas de Triunfo como parte de la derecha del antiguo régimen votando las leyes de la derecha y beneficiando a las clases de la derecha. Aquello se escribía en 1980. Pese a ello nadie puede negar que su posibilismo le llevó a encauzar el país hacia el diálogo y la pluralidad superando algunas de sus limitaciones políticas que  Gregorio Morán recalcaba en su aconsejable Adolfo Suárez: Historia de una ambición  donde el autor pisó a fondo en su modo de desentrañar el personaje y también de someterlo a cierta desmitificación. 

Algunas de las fotos que acompañan estas líneas son del archivo personal de Fernando Fernández y proceden de una visita de Adolfo Suárez a Cádiz.