BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




jueves, 28 de febrero de 2013

PILAR PAZ, EN LA INTIMIDAD



En la plazuela tras la máscara se esconde lo perdido, canta Pilar Paz en el poema "Montmartre" donde la Piaf convive con Jean Cocteau, visitante ilustre en unos Cursos de Verano regidos por Pemán por los que ya caminaba con versos en los labios nuestra poeta que ya es octogenaria. Yo rescato entre la niebla de las cosas idas esta vieja entrevista que mi padre le hiciera a Pilar en Diario de Cádiz en una página semanal llamada Domingo Letras que él mismo coordinaba. De este modo iniciaba mi padre este viaje apresurado al corazón de la poeta y amiga, vieja habitante lírica de las páginas de la revista Caleta:  
Son las seis de la tarde. Pilar Paz no nos hace esperar. Le preguntamos por Carlos, su marido, y por sus hijos. Hace mucho calor y el lorito juanramoniano se ha guardado para luego la canción de su fresquito alegre, abierto y alto. El airecillo no corre, pero corren las preguntas, y mejor aún, mucho mejor, las contestaciones. Pilar Paz cruza las manos con una gracia especial. Parece, como dijera Juan Ramón, que se le han caído de la luna. 
Son los años sesenta. Pilar Paz ya es una poeta reconocida con una obra en marcha. Todavía no había dado a luz Violencia inmóvil, uno de sus mejores poemarios que precedió a un tiempo de largo silencio. Mi padre le pregunta por lo que está escribiendo. Pilar le responde: "Un nuevo libro de versos, mi discurso de entrada en la Real Academia Hispanoamericana y las cuentas de la plaza...". A la pregunta de si Jerez le ha influido en su poesía Pilar habla del mar de Cádiz, del mar que baña sus versos, de su poesía pasada por agua. También evoca su primera lectura de poemas a los ocho años en la revista radiofónica Ráfagas de Radio Madrid. Y define la poesía como lo menos práctico y lo más hermosamente inútil de la vida. 

Todo es latido que vuelve, la voz de mi padre, la voz de Pilar en cálida conversación. El otro día la voz de Pilar sonó con fuerza en el homenaje colectivo que le tributó el Centro Andaluz de las Letras. Y yo me acordé de esta vieja entrevista de mi padre y de la presencia familiar que Pilar siempre ha tenido entre nosotros. 

lunes, 18 de febrero de 2013

MARIFÉ DE TRIANA



Todo es mentira, todo es quimera... (Torre de arena)

Decía Kiko Amat en su libro Mil violines que Marifé de Triana no tenía ninguna canción buena (pág. 179). No es novedoso el desprecio a la copla que ciertos periodistas musicales exhiben en sus textos. Amat huía en su libro del canon establecido para ofrecer un recorrido muy personal por la música pop en la que incluso se permitía dudar de artistas de la talla de Bob Dylan. Amat se recrea en Mose Allison, en el renacimiento mod, en los primeros discos de REM, en la música que le ha marcado de por vida. Su escritura apasionada le lleva a defender un tipo de canción sin atender otros modelos posibles. Hablar de copla en un contexto de referencias musicales marcadas por lo anglosajón resulta cuando menos chocante. Por eso mismo es gratuito decir que Marifé de Triana no tiene ninguna buena canción. La duda -si fuera duda- ofende. Como refutación basta con escuchar "Torre de arena", copla monumental que debemos al terceto Llabrés, Sarmiento y Gordillo. Escucho "Torre de arena" y la siento más ligada a lo que soy que muchas de las canciones que Kiko Amat incluye en su libro. "Torre de arena" sigue conmoviendo con su dramática estampa lírica y no necesita del elogio encendido de quienes todavía creen ver en las formas de la tonadilla signos de la negrísima posguerra y de la subcultura franquista.

La copla marcó una época pero sus composiciones trascendieron a ese tiempo en el que aquellas canciones fueron escritas. Kiko Amat no es Manuel Vázquez Montalbán y no entiende de cancioneros sentimentales, de batas de cola aleteando sobre un tiempo de silencio. Si el deep soul es anti-pop catártico "Torre de arena" tiene también mucho de relato hondo, de profundidad, de catarsis. Lo idóneo sería no despreciar lo que se ignora. Por eso mismo releo Mil violines -libro aconsejable por otra parte- y cuando llego a la parte en la que se cita a Marifé me rebelo y pienso que la copla merece un respeto. Si Kiko Amat se vanagloria de defender la música popular frente a la culta sorprende que su anglofilia le impida hallar ese sustrato de riqueza popular en la copla. 

Ahora más que nunca uno puede decir que es de Bob Dylan y de Marifé de Triana. Es el mejor homenaje que podemos hacerle a esa coplera indómita que todavía en el mes de octubre de 1967 triunfaba en el Teatro Español de Barcelona con un espectáculo llamado Torre de coplas. Ya circulaba con prestancia la Nova Cançó pero Marifé escenificaba la copla con sus dotes de actriz. Porque ya lo dijo Vázquez Montalbán refiriéndose a Serrat: 
"Serrat no ha compuesto canciones en catalán o en castellano, a partir del nivel óptimo de una burguesía exquisita, sino a partir del nivel real de la educación lírica del país..." 
Y en esa educación lírica aparece la copla como gran referencia, la tan denostada copla, la que cantaba Marifé, la que no comprende ni asume Kiko Amat. Como tampoco asume -por lo que parece- a Javier Ruibal que mucho antes que el documental Man on wire -citado en Mil violines- ya encontró motivos para inspirarse en la obra de Erik Satie y bordar mirándose en semejante espejo "La flor de Estambul". El camino que emprendió Ruibal tampoco hubiese sido el que es sin esa referencia primera de la copla y sin artistas como Marifé de Triana tan indisolublemente ligadas a lo popular.

lunes, 11 de febrero de 2013

EUGENIO TRÍAS

Eugenio Trías solía quejarse de la dificultad de practicar un pensamiento crítico en este país. A finales de 1992 el filósofo barcelonés publicó junto a Rafael Argullol un libro iluminador, una suerte de ensayo a dos voces titulado "El cansancio de Occidente". Muchas de aquellas reflexiones siguen siendo válidas en esta actualidad que nos sume en el desasosiego. Trías hacía hincapié en la ficción de una democracia que no cubría las expectativas de una parte importante de la población y lo hacía sin necesidad de exabruptos con la lucidez de quien oficiaba de pensador en guardia permanente. 

Argullol y Trías cuestionaban en sus conversaciones a la clase política que no generaba confianza en la ciudadanía. La causa de esa pérdida de confianza no se debía a la corrupción sino al anquilosamiento de la democracia, de su marco jurídico y político. En las postrimerías de 1992 España estaba gobernada por el Partido Socialista. Veníamos de un año olímpico, de unos fastos que luego trajeron ciertos lodos. No conviene olvidar ciertos hechos porque ninguno de los dos grandes partidos puede dar lecciones de democracia y de trasparencia. Ahora es el PP quien está en el ojo del huracán pero el PSOE debería repasar su historia más reciente antes de pontificar o de pedir dimisiones. 

A Trías los catalanistas más recalcitrantes no le profesaban mucho afecto porque siendo catalán no era como ellos. Algunos incluso lo quisieron emparentar con el PP por el simple hecho de defender  como pensador la independencia, de no ser partidista, de abogar por la equidistancia. Es el problema de los extremismos que él mismo criticaba. Sentía tristeza ante unos dirigentes que no argumentaban sino que directamente insultaban. Es ese mismo barro dialéctico que vemos a diario en Facebook con gente que no argumenta sino que insulta al que piensa diferente y para quienes los fascistas son siempre los otros. Ninguno de ellos ha leído jamás una línea del autor de "Lo bello y lo siniestro". 

Al enterarme de la muerte de Trías me he acordado de "El cansancio de occidente", de su manera de entender la filosofía, el ensayo, las religiones. Me acordé también de cómo aplicó sus teorías estéticas al cine en un ensayo titulado "Vértigo y pasión" en el que analizaba la película "Vértigo" de Alfred Hitchcock. Decía Trías que cuando James Stewart besa en una de las escenas a Kim Novak se tenía la impresión de que estaba besando apasionadamente a una mujer muerta de la que sólo se percibía el cabello rubio, casi albino, y el moño en espiral. Trías desentrañaba a la luz de su pensamiento y de su teoría filosófica los misterios de esa obra maestra intrigante y subyugadora. 

Trías ha ido a morir en este febrero de carnavales callejeros, de mascaradas nocturnas y farsas de clara índole política. En su obra no ha hecho otra cosa que latir la fuerza de un verdadero filósofo, de alguien que ha ido edificando una obra de un altísimo valor intelectual. En la ética de pensadores como Trías debieran mirarse ciertos políticos y ciertos ciudadanos cuyas preferencias estéticas y filosóficas tienden hacia caminos más pedregosos.  La pérdida de un intelectual como Eugenio Trías no ha sido trending topic en Twitter donde lo que importan son los caracteres de Paquirrín, rey de la estulticia. 

Como forma de homenajear al filósofo barcelonés me permito citar este fragmento de su ensayo sobre Vértigo que hace referencia a la obsesión de Hitchcock por las actrices rubias: "La belleza rubia hitchcockiana asume, dentro de la mitología erótica a la que este cine da cauce y expresión estética, el carácter de un verdadero fetiche. Ahora bien, detrás de todo el despliegue de riqueza ornamental y de belleza facial del fetiche debe verse, siempre, la presencia de la muerte. La pasión erótica que el rostro y el porte de la rubia belleza hitchcockiana desencadena no es ajeno a la obsesión por la calavera y a la latente necrofilia que expresa". 

martes, 5 de febrero de 2013

EN RIGUROSO PLAYBACK

A nadie puede causarle extrañeza que Beyoncé haya podido incurrir en “flagrante delito” de playback durante la reelección de Obama como presidente de los Estados Unidos. Desde hace tiempo sabemos que el playback es práctica habitual de muchos artistas e incluso hay casos sangrantes en la industria como los de aquel dúo de infausto recuerdo llamado Milli Vanilli. En esa línea resulta cada vez más difícil encontrar en la televisión programas que emitan  música en directo y si los hay ocupan horarios ciertamente intempestivos. Se impone el “riguroso” playback, el artista que prefiere mover la boca a ofrecer un verdadero espectáculo en directo. Recuérdese el  último especial de Miguel Bosé en TVE. El etéreo Bosé se cambió varias veces de vestuario pero enlató la música con lo que su espectáculo careció de cualquier atisbo de emoción. El artificio retrató al artista que paradójicamente conducía  en TVE un programa de música en directo titulado Séptimo de caballería.
El playback es un bulo en el que participan muchos artistas de la industria musical. Todo entronca con un mundo de impostaciones en el que nada ni nadie es lo que parece ser. Quique González ha denunciado en alguna ocasión la pequeña farsa del playback de la que no ha querido formar parte en una muestra relevante de coherencia artística. En cierto modo se ha rebelado contra las imposiciones del sistema y ha ido construyendo una carrera discográfica muy interesante cuyo nuevo capítulo lo constituye el recién acabado Delantera mítica. No se trata sólo de un autor que ha defendido la música en directo sino la supervivencia del disco frente a la piratería de Internet.
Nadie está a salvo del playback pero es cierto que se trata de un concepto que se agudiza en cierto tipo de artistas que son ejecutantes de lo que Umberto Eco llamó música gastronómica. En esa línea de gastronomía musical aparece David Bisbal cuya música intrascendente ha llegado a sonar en el mítico escenario del Royal Albert Hall de Londres donde ha llegado a grabar un disco en riguroso directo. La carrera de Bisbal está cimentada en la impostura, algo lógico para quien procede de un concurso de las características de Operación Triunfo que ha tenido su inevitable corriente de sucedáneos. El éxito de Bisbal no se discute. Tiene los dioses del marketing de su lado. Y esta promoción calculada le ha llevado al  Royal Albert Hall que jamás pisarán artistas españoles de mucha mayor envergadura y renombre que Bisbal. Paradojas del mercado. Si la canción de autor recibiera la difusión que tiene Bisbal otro gallo cantaría para algunos cantautores que pese a su calidad transitan por la escena musical como auténticos equilibristas, sin la atención que merecen.
Cuando viajamos en el tiempo al  Olympia  de París y vemos a Brel despidiéndose de la escena contemplamos hasta qué punto la canción puede ser emoción y no una voz más o menos academizada pero carente de profundidad artística. Brel es paradigma de artista en directo, antítesis del playback televisivo. Miramos a Brel y vemos a Ulises buscando Itaca, vemos a un cantor que desesperadamente traza su odisea vital, envuelto en sudor, llorando "Ne me quitte pas" ante una audiencia entregada.
Ahí radican las claves de una canción con contenido, en diálogo permanente con la poesía, con los propios poetas, canción distinta volviendo a la terminología usada por Umberto Eco. Por eso Bisbal no sabe quien fue Serrat y canta "Lucía"  desde la inconsciencia de quien le resulta igual cantar eso de Ave María nunca serás mía que aquello de no hay nada más bello que lo que nunca he tenido. Con todo y con eso el almeriense ha cantado en el Royal Albert Hall de Londres y ándeme yo caliente y ríase la gente que debe pensar si supiera que hubo un poeta llamado Góngora.
Pero yo quería hablar del riguroso playback, de la ausencia de programas musicales en televisión y he terminado hablando de Bisbal. Me pregunto cómo es posible que la televisión en blanco y negro del tardofranquismo y de la transición emitiera programas musicales tan estimulantes como A su aire  o Mundo pop. Y me pregunto cómo se ha devaluado tanto la televisión de la democracia. Más paradojas de la vida. El playback podía usarse en otro tiempo para programas especiales de fin de año pero había una cultura de la música popular en directo y el propio artista se exigía cantar en directo, venía de esa tradición, de esa escuela que huía de la impostura.
Lo fácil -insisto- es hacer lo que hizo Miguel Bosé. No asumir riesgos y cantar sin cantar para deleite de sus muchos seguidores que no van a cuestionar al ídolo por estas minucias. Pero todo resulta importante en la configuración de un artista: la estética, la lírica, el estilo, las formas, todo ese equipaje que le identifica como también le identifica el rigor con el que entiende el oficio de cantar, su independencia, su capacidad de asumir riesgos y de revelar sus credenciales frente al oyente.
En un mundo perfecto no triunfarían los impostores pero tampoco lo harían quienes hacen de la corrupción una forma de vida ni los que contribuyen a la perpetuación de un mundo injusto, insolidario, cínico y absolutamente devastador. En ese estado de cosas el playback se revela como sintomático de la devaluación de cierta canción popular que lamentablemente es la que suele estar en el escaparate, bendecida por las radio fórmulas y por las grandes discográficas. 

Este artículo también está disponible en la Web Cancioneros:  
http://www.cancioneros.com/co/4848/2/en-riguroso-playback-por-luis-garcia-gil