BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




lunes, 12 de mayo de 2014

EL MUNDO DE MARÍA VICTORIA ATENCIA

Repaso viejas cartas del poeta Rafael León enviadas a mi padre en los años cincuenta. La revista Caleta estrechaba lazos con miembros activos de la revista Caracola o lo que es lo mismo la poesía gaditana estrechaba lazos con la poesía malagueña. En esas cartas aparece como presencia constante María Victoria Atencia como novia de Rafael León y como poeta que sentaba las bases de lo que iba a ser una obra de perenne fulgor con una forma de posar la mirada ciertamente admirable. En una de esas cartas le escribe: 
Mi querido García Gómez: a través de José Luis Tejada, nuestro amigo común, te envío dos breves colaboraciones para tu revista. Hace tiempo que le había preguntado en qué sitios gustaba él de publicar, y a propósito de Caleta me dijo que si alguna vez quería algo de ti que él se ofrecería de mediador con todo el interés del afecto que a los dos nos tenía.   
Escribo poco y dedico más tiempo a la labor tipográfica. Por eso, hasta aquí, he ido dando casi sólo en Caracola mis cosas. Pero dentro de unos días meto en prensas mi segundo libro: un cuaderno muy sencillo pero -espero- bien cuidado y elegante. Ya te lo enviaré. Por eso quería airear algunos de sus poemas, antes de unirlos en su serie. A Tejada envío, para que te remita, uno de ellos, bien breve. Y un soneto de mi novia -María Victoria Atencia- que es corrección y versión definitiva de otro que, ya hace mucho, dio también en esta revista. Por lo que tiene ya de definitivo, nos interesa darle mayor divulgación, que la de dejarlo dormir en su carpeta. Alfonso Canales me dice que no he debido acudir a Tejada, que tú directamente habrías atendido cualquier petición nuestra...

La carta prosigue y es sólo una muestra de esos lazos poéticos que existían desde muy pronto entre Rafael León, María Victoría Atencia y mi padre. En los años cincuenta del pasado siglo José Manuel García Gómez ejercía de persona de referencia en la poesía gaditana, al que muchos acudían para divulgar sus poemas a través del altavoz que suponían las entusiastas mareas de Caleta. 

Este año es el año de María Victoria Atencia, año en el que el Centro Andaluz de las Letras la reconoce como autora del año y en el que recibe el Premio Reina Sofia de Poesía Iberoamericana. Todo ello hace que su poesía pase ahora al primer plano a la búsqueda de curiosos lectores que quieran mirarse en su delicada obra, una obra empapada de nostalgia y sabia en su modo de pintar las pequeñas cosas, los pequeños hallazgos cotidianos. 

Buscar la presencia de María Victoria en las cartas de Rafael León dedicadas a mi padre me reconforta. Uno se sienta y se pone las alas de otro tiempo y escucha el eco lírico de otro tiempo, el oleaje epistolar de aquellos poetas que amanecían con un verso prendido del labio, un verso que oponer a aquel duro trasiego de la posguerra.

Leo El mundo de M.V, poemario que resume toda la sugerente cotidianidad del verso de la poetisa malagueña que pregonó la Semana Santa malagueña a mediados de los años ochenta. Este hecho ya la convertiría en sospechosa de beatería para algunos periodistas como Luis Miguel Fuentes que en las páginas de El Mundo suelen arrojar una imagen de la Semana Santa apegada al franquismo, como cosa hortera y anacrónica, herencia del nacional-catolicismo. Curiosamente voces como las de María Victoria Atencia vienen a demostrar todo lo contrario y sitúan a la Semana Santa como sinónimo de deslumbramiento, de poema que se abre como flor primaveral sobre la tarde azarosa y doliente. Formas de posar la mirada, de atender a los matices y a todo el caudal de sensaciones que pudiera contener un paso de palio que viene barrocamente a nuestro encuentro. 

La edición de aquel pregón de M.V contaba con palabras preliminares de Manuel Alcántara: "Ya de niña tenía un deje de azucena que piensa. Era ya celeste y esbelta y María Victoria, camino de la Asunción o del Monte, perseguida por sus trenzas y por las miradas de aquellos adolescentes que fuimos, que acaso seguimos siendo, porque todavía adolecemos y porque todavía seguimos mirando...". 

Deje de azucena que piensa y poetisa de "blusa y pantalón vaquero" que en 1978 deja escrito: "En dañados espejos un azogue de muerte/ revoca el esplendor morado de los lirios...". Poesía que permanece, que crece al compás del día y sus destellos, poesía que ama la vida y llora la muerte: "En el recinto sepia de tu fotografía/ cuarenta años más tarde, una tarde entre amigos/ han venido a dolerme tu muerte y tu belleza...".