BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




martes, 31 de julio de 2012

LOS NADADORES


Ser buen poeta confiere un estilo, una forma de adueñarse de las palabras, de nombrar el tiempo fugitivo. El poeta que ejerce de novelista suele tener un camino ganado en ese sentido de adueñamiento de las palabras, de conmover a través del uso de una prosa fuertemente lírica. Es lo que sucede con Los nadadores (Anagrama, 2012) de Joaquín Pérez Azaústre. He recordado leyendo esta novela una antología de relatos de piscina que publicó Ronsel en 2004, la misma editorial que ese año diera a imprenta mi Serrat, canción a canción.

El territorio poético de Los nadadores es también el territorio del extrañamiento por el que camina el personaje de Jonás, un extrañamiento que es consustancial al tiempo incierto en el que vivimos. Pérez Azaústre refleja magistralmente el desconcierto generacional. Nadar viene a ser como una forma de huir y salir del agua -leemos- se parece remótamente a nacer.

En la portada de Los nadadores vemos a Burt Lancaster en un fotograma de El nadador, excelente película de Frank Perry que adaptaba el cuento homónimo de John Cheever. Es una referencia como otra cualquiera que apenas incide en el relato de pérdidas y ausencias que construye Pérez Azaústre que en el poemario Las ollerías tenía precisamente un poema en dos tiempos titulado "Los nadadores" que establecía un diálogo con el padre, con el origen, con el principio y la raíz de todo.

En un momento de la novela se nos recuerda a Mark Spitz, campeón olímpico e ídolo de adolescencia de Jonás. Spitz forma parte del regreso del protagonista a la casa de sus padres, a su propia infancia, al lugar del que nunca partimos del todo, al que siempre permanecemos ligados de un modo sumamente emocional. La descripción que Pérez Azaústre hace del piso familiar es meticulosa, como si por un momento la novela hubiera sido poseída por el fantasma de Georges Perec. De algún modo nos sentimos próximos a esa exploración íntima de cajones y armarios que hablan por nosotros, que dicen mucho de Jonás, de su padre y de su madre desaparecida. 

Los nadadores revela la madurez que ha alcanzado la escritura de este narrador-poeta que es Joaquín Pérez Azaústre, escritor total y referente literario de su generación. Le recuerdo ahora recibiendo en Cádiz el Premio Fernando Quiñones por La suite de Manolete. Con Los nadadores ha firmado la que considero es su mejor novela hasta la fecha, la más acabada, la más despojada de artificio, la mejor construida. Se nota que habita un poeta en cada una de sus páginas.

Ahora les dejo que me han entrado ganas de dar unos largos en la piscina. Espero encontrarme con el hombre-pez. Si leen la novela sabrán porqué lo digo...

lunes, 30 de julio de 2012

ADIÓS A MARUJA ROMERO

Me entero del fallecimiento de Maruja Romero, viuda de José Luis Tejada. Al irse la eterna compañera de Tejada es como si el poeta portuense muriera dos veces y volviera a nosotros el eco inmarchitable de sus versos. No comprendo el olvido que pesa sobre determinados poetas a los que casi nadie lee ni rinde homenajes públicos. Al pensar en Tejada, en el poeta amoroso, pienso en mi padre que hoy lamentaría la muerte de Maruja. Y pienso en los que hacen y deshacen la historia de la poesía española contemporánea del modo que mejor les place. Cuando se habla de la generación del medio siglo Tejada no suele ser citado y se le ignora como se ignoran a otros poetas andaluces del 50 salvo José Manuel Caballero Bonald quien parece eclipsar -y no por razones puramente literarias- al resto. Algo de eso apuntaba Jaime Siles en la introducción a la antología que la Fundación José Manuel Lara editó del poeta portuense y que se tituló Desde el fracaso escribo, titulo elocuente de la angustia hecha verso de Tejada.

Al morir Maruja regresa Tejada de algún modo a las conversaciones y también regresa el yo trágico, amoroso y existencialista de Razón de ser, el gran libro del poeta. Recuérdense, por ejemplo, estos versos estremecedores:

Será mejor estarse quedo en casa,
cerrar labios y ojos, puertas, manos
y sólo abrir el chorro
salobre y esporádico del llanto.
No quejarse siquiera a media voz (...)

¿Quién no está solo...? " se pregunta el poeta en Razón de ser, sinfonía del llanto en las palabras mecidas por el viento. Resulta apasionante el despliegue verbal de Tejada, su forma de abordar la pasión amorosa, de mirarse barrócamente por dentro, a la manera del clásico Lope. El poeta arriesga y gana, construye versos memorables y no abandona jamás su sentido de la religiosidad pero sin que ésta le limite su libertad expresiva, su forma de cantar y decantarse y de tocar incluso la sexualidad.

Abro Razón de ser y hallo la dedicatoria sin fecha para mi padre: A José Manuel García Gómez, poeta de Cádiz, con mi amistad y pendiente de su palabra crítica. Imagino a mi padre leyendo el poema "Consolación por la carne", síntesis del mundo de Tejada. En la estrofa final los amantes - Maruja y José Luis-  huyen del roce de la muerte. Ahora la parca los ha convocado para un abrazo definitivo en ese más allá en el que Tejada creía firmemente. Quizá como poeta de sentir religioso algunos que todo lo prejuzgan le pongan una etiqueta desde el parnaso de su descreimiento.

Descanse en paz Maruja Romero. Y sepan los portuenses más jóvenes que aparte de Rafael Alberti -mil y una veces homenajeado- existió un poeta humano y profundo llamado José Luis Tejada. Volverlo a leer sería el mejor homenaje que podríamos hacerle a quien fue su eterna compañera.

miércoles, 25 de julio de 2012

LA REVOLUCIÓN DE ISAAC ROSA

El escritor Isaac Rosa llama a la revolución. Quiere que los ciudadanos pasemos a la acción para desmontar el sistema capitalista. Yo creo también en una revolución de pensamiento, de ideas, que acabe con la impunidad de políticos y banqueros pero desde luego mi revolución no es la de Isaac Rosa ni la de cierta izquierda radical.

Rosa pasa por ser un escritor comprometido. Leí con entusiasmo su excelente El vano ayer que diseccionaba el aparato represor franquista con gran pulso narrativo. Lo recuerdo también en una Feria del Libro de Cádiz. En esa ocasión su discurso me pareció más bien previsible, endeble, cargado de todos los tópicos que maneja cierta izquierda radical.

Lo primero que habría que exigirle a Rosa es coherencia. Alguien que defiende el régimen dictatorial de Fidel Castro en Cuba no puede erigirse en abanderado de ninguna causa justa o noble ni puede invitarnos a la acción porque miedo me da el mundo perfecto que pretende construir Rosa si su revolución es la pesadilla en la que se ha convertido la Cuba del dictador que morirá en la cama como murió Franco.

Dicen que Rosa ganó el premio Rómulo Gallegos por su adhesión inquebrantable al castrismo. Imagino que su indudable valía como narrador también contaría. Pero es indudable que esa adhesión contribuyó al premio porque en el jurado había cinco individuos adeptos al régimen. ¿Qué credibilidad ideológica puede tener alguien que firmó una carta crítica por la condena de la ONU al encarcelamiento de disidentes en Cuba? El señor Rosa denuncia la represión franquista, que afortunadamente ya es historia, pero mira hacia otro lado cuando la represión se ejerce en el momento presente en esa Cuba idílica, modelo de libertad, de igualitarismo, de democracia real.  

Adjunto enlace a un interesante artículo de Roberto González Echevarria en Letras Libres sobre la concesión en 2005 del Rómulo Gallegos a Isaac Rosa

lunes, 23 de julio de 2012

CARLINHOS BROWN EN CÁDIZ



Lo interesante de la música es su diversidad, su pluralidad, la que nos puede conducir desde la Badalona que vio nacer a Miguel Poveda hasta la ciudad de Bahía donde Carlinhos Brown escapó de las garras de la miseria. Cuando defiendo una canción poética, con contenido, no estoy despreciando per se otro tipo de propuestas. Lo que sí lamento es que lo vulgar se termine imponiendo en las listas de éxitos y en las emisoras de radio. Pero es lo que tenemos y a veces hay matices que no conviene olvidar, incluso cuando no nos gusta una determinada propuesta o un determinado artista.

Carlinhos Brown montó un espectáculo multitudinario en Cádiz. Lo suyo ciertamente es vulgarizar el Carnaval brasileiro y por extensión la música de un país que ha dado genios como Vinicius o Chico Buarque. Dicho lo cual habrá que recordar la aportación de Carlinhos a un disco muy aconsejable: Tribalistas, proyecto compartido hace algunos años con Marisa Monte y Arnaldo Antunes,  dos voces muy interesantes. Y sobre todo habrá que recordarles a algunos la labor que Carlinhos Brown hizo en el barrio Candeal de Bahía. La música puede llegar a ser milagrosa y el cantante brasileño es un ejemplo de ello.

A él mismo le salvó la música y él mismo salvo a muchos niños de Candeal de la miseria a través de la música. Algunos deberían no olvidarlo cuando critican con excesiva gratuidad la figura de Carlinhos Brown. Hay quien dice que no estamos para fiestas de este tipo. Y yo pienso que sí, que de vez en cuando la gente tiene derecho a sonreir, a bailar, a divertirse, con la que nos está cayendo. Es compatible manifestarse contra los recortes del gobierno y disfrutar del señor Carlinhos. Esta gente que opina así imagino que vivirán en una especie de duelo perpetuo por el estado de bienestar perdido. Y no saben que la música puede salvar, puede cambiar el mundo a su modo y el destino de la gente porque la historia de Carlinhos lo ratifica.

Otra cosa es la crítica por la crítica, otra cosa es el partidismo feroz de unos y otros, otra cosa es criticar todo acto del Bicentenario de manera más bien demagógica. Puestos así  no hagamos nada, suspendamos todo lo relativo al Doce,  incluidas exposiciones, visitas guiadas, charlas, paseos en barco etc. No estamos para nada pues no lo estamos con todas las consecuencias. Pongámosle a Cádiz un inmenso lazo negro, no vayamos a la playa, no festejemos, no salgamos de casa...

Tanto llenarnos la boca con la palabra solidaridad y nadie piensa en el ejemplo de Carlinhos Brown que de algún modo vibra en su música itinerante y que supo plasmar en imágenes alguien tan poco sospechoso como Fernando Trueba.  Tanto hablar de solidaridad con el pequeño comercio y nadie se para a pensar los beneficios que ha traído para este sector un concierto tan multitudinario como éste. Ahí están los datos de HORECA, para quien quiera consultarlos. Y luego está la promoción de Cádiz que los prolegómenos y la celebración de un concierto de estas características ha traído. Guste o no la marca Carlinhos Brown vende más allá del Puente Carranza y en eso también ha resultado positiva la presencia del cantante, productor y percusionista.

Y no, no me gusta la música de Carlinhos Brown pero menos me gusta la demagogía de algunos, la forma de tirar cualquier iniciativa por la borda sin aportar demasiadas ideas alternativas. Creo que como espectáculo el concierto de Carlinhos ha sido un éxito absoluto, un acto excepcional dentro de la programación del Bicentenario que también debe tener un componente festivo, pese a las circunstancias. Y al menos por unas horas la gente ha dejado aparcados sus problemas, la prima de riesgo, el rescate, las medidas sangrantes de Rajoy, la pésima herencia de Zapatero, todo eso que PSOE y PP han hecho tan mal y que no debe olvidarse a la hora de hacer un relato medianamente objetivo de los acontecimientos.

jueves, 19 de julio de 2012

POLÍTICOS Y DOCENTES


La manipulación de imágenes y noticias es constante en Facebook. También el uso permanente de la demagogia.  El insulto también es habitual y lo practican quienes  se sienten ofendidos por el ya famoso os jodan de la impresentable diputada del congreso, la señorita Fabra. Como ejemplo de demagogia en las redes sociales tomemos esta imagen. De un lado la desprestigiada clase política con sus sueldos millonarios por no hacer nada. Y de otro los maestros con su sueldo miserable por hacer absolutamente de todo. Como se observa no hay matices en el uso y abuso de determinada información.
Los políticos se han ganado a pulso su desprestigio.  Pero la generalización es peligrosa y suele ser artera e interesada por quien la proclama. Me consta que hay quien ejerce la política de una forma vocacional. En estos días se ha recordado a Miguel Ángel Blanco, aquel concejal del PP salvajemente asesinado por ETA. Hay políticos que han dado su vida por defender una opción política democrática, de un partido y de otro, frente a la ignominia terrorista.  No conviene olvidarlo cuando se juega de manera maniquea con determinadas imágenes.   
Igual que hay políticos nefastos también habrá maestros y docentes poco ejemplares que no fomentan el compañerismo y que desde luego no son tan abnegados en su trabajo como pregonan. Nadie puede negar la importancia de la educación que debe ser un pilar fundamental de toda sociedad que quiera construirse sobre cimientos sólidos. Pero también hay otros colectivos  importantes a quienes golpea la crisis de un modo más rotundo y sangrante.
Defendamos al docente vocacional pero también al médico vocacional, al que le recortan la ilusión cotidianamente y que podría decir que su trabajo es más sacrificado aunque todo depende del médico y del docente y del contexto en el que uno y otro desempeñen su trabajo. Todos a su manera protagonizan secuencias de esta crisis y la solidaridad entre todos los colectivos golpeados resulta fundamental. Y sería interesante reflexionar sobre los males de la educación en España más allá de esta crisis y más allá de los lamentables recortes del señor Rajoy. ¿Interesa debatir, por ejemplo, sobre los efectos nocivos  de la LOGSE en la enseñanza?  ¿ O sólo interesa defender la enseñanza pública de manera partidista cuando nos tocan el sueldo?  Es simplemente una reflexión  que surge al hilo de esta foto que confronta de modo interesado el sueldo de  los políticos y el de los docentes.

miércoles, 18 de julio de 2012

GRANDES ARTISTAS


Diario de Cádiz anuncia a bombo y platillo en su portada que Canal Sur, la nuestra, traerá a 22 grandes artistas al muelle el día 25 de julio. La noticia en sí misma es engañosa porque es dudoso que un concierto patrocinado por Canal Fiesta Radio se salga de una línea de artistas comerciales y artísticamente irrelevantes. En páginas interiores constatamos la sospecha razonable cuando leemos que esos grandes artistas son David de María, Bustamante, Rosa López, Sergio Dalma o Chenoa. Para colmo Joaquín Durán, director de Canal Sur Radio, afirma que la Gran Fiesta del Fiesta -que así se llama la cosa- va a ser el gran acontecimiento musical del verano en España. Ríanse ustedes con la afirmación del señor Durán de festivales que cuidan al detalle su programación con artistas que sí merecen el calificativo de tales y que desde luego no suelen formar parte de las radiofórmulas.

A mediados de los años sesenta Umberto Eco acuñó el concepto de canción distinta. De este modo aludía a un tipo de canción que se alejaba de la canción de consumo a la que calificaba de "gastronómica". De este modo diferenciaba lo que hacía Adamo de lo que podía hacer Giorgio Gaber. El concepto de canción distinta exige del oyente otra implicación porque ha de partir de una escucha atenta que no se da en la canción de consumo. Los modos de una y otro son distintos. Lo que hace Canal Fiesta Radio es promocionar un tipo de canción de consumo cuya irrelevancia artística es absoluta. Lo lamentable es que un periódico quiera hacer pasar ese tipo de producto como algo artístico y a los que lo producen como grandes artistas.

Es evidente que David de María no es un gran artista. Por mucho que cite a Javier Ruibal como referencia. No basta con eso. La canción como género está repleto de productos insustanciales. A su modo hay una dictadura de la radio musical en la que sólo predomina un tipo de cantante, un tipo de modelo musical que es el que veremos representado en ese gran evento que Joaquín Durán sitúa en la vanguardia del verano musical español.

Todo esto coincide con unas declaraciones de Jaime Urrutia en la revista digital EFE EME. Dice Urrutia que Lo que no está escrito - su último disco-  no pudo ser radiado en ninguna emisora. Es un ejemplo de cómo se desprecia a artistas de larga singladura y credibilidad artística en nuestro país, gente con un concepto de canción que difiere bastante del que ofrecen Bustamante y compañía:

Pero es que es raro lo que sucede con la radio comercial, la cual odio. Yo estuve ahí con Gabinete Caligari. ¿Nos vendimos al mejor postor? Sí, pero nos vendimos. Era número uno de los 40 Principales, te escucha toda España y eso luego se refleja en una fama y en un trabajo acojonante. También es cierto que hay que tener una editorial, pero es difícil sacar un disco. Si haces entrevistas te das cuenta de que hay medios que no tienen un reflejo muy grande de que la gente haya escuchado tu canción como para comprarla. Grabas un vídeo y a lo mejor te lo ponen un par de veces. Pero respondiendo a tu pregunta; creo que la gente ya me valoró en su tiempo. No voy a estar dándome cabezazos contra la pared todo el rato pensando en eso. Hay que trabajar y luchar por lo que haces.
El hecho de que artistas como Urrutia sean silenciados y en cambio tengamos hasta en la sopa a los arriba citados denota por dónde va la música popular de este país. Al margen de las modas y de Canal Fiesta Radio habita un mundo de sugerencias sonoras que es continuamente despreciado. Ya no hay quijotes radiofónicos como Gonzalo García Pelayo que difundían a Maria del Mar Bonet o a Lluis Llach por las ondas. ¿Por qué Llach no suena en Canal Fiesta Radio entre David de María y Chenoa? Tengo una pregunta para usted, señor Durán, y para Canal Sur, ente público no lo olvidemos que se encarga de difundir una imagen musical de Andalucía absolutamente lamentable, a medio camino entre la sevillana hortera - el 99% de las sevillanas lo son-  y la copla que es un género mayor pero cuya forma de difundirse responde a fórmulas absolutamente agotadas.  

Lo que sufren Jaime Urrutia y otros muchos es un tipo de censura encubierta. Me atrevo a decir que la España de finales de los sesenta y principios de los setenta tenía más riqueza musical que la de ahora y todo ello a pesar del franquismo. Consulten cualquier ejemplar de Mundo Joven para verificarlo. Allí podía hablarse de rock y de camp, de Jacques Brel, de Julio Iglesias, de Los Bravos, de  Paco Ibáñez o de Nova Cançó. Se alternaban José María Iñigo y Joaquín Díaz y se atendía a muchos registros musicales siendo una publicación destinada a un público que podía consumir música de Raphael pero también música de Serrat.

Tengo la impresión de que hoy sería impensable que una artista como Cecilia tuviera difusión en los medios. La radiofórmula negaría a Cecilia cien veces como negaría al rock andaluz. Y desde luego no se contaría ni con Cecilia ni con Triana para ese reunión de grandes artistas en el muelle de Cádiz. Poco mérito reúnen los convocados por Canal Sur para merecer el calificativo de "grandes artistas" que los sitúa al mismo nivel que  Edith Piaf, que también fue una gran artista, o que Frank Sinatra que también lo fue. En fin...  

lunes, 16 de julio de 2012

DEFENSA DEL FÚTBOL


Algunos con pose intelectual lo siguen despreciando. Alborotan el gallinero diciendo que el fútbol anestesia a las masas, que el triunfo en la Eurocopa oculta un país en quiebra, como si de vez en cuando la gente no se mereciera algo parecido a una celebración colectiva. Decían que el franquismo lo utilizaba y resulta que el fútbol sigue ejerciendo su supremacia en tiempos de democracia y ya hay escritores de postín que salen de su armario y se confiesan amantes del fútbol porque Dios es redondo como dice Juan Villoro.

Es cierto que no es oro todo lo que reluce en el balompié nacional. Puede que si alguien se le ocurriera tirar de la manta encontraramos un desaguisado parecido al del calcio italiano. Pese a ello el fútbol resiste y va más allá de los grandes titulares porque es una playa perdida en el mapa de los sueños donde hay quien corre para no morir o para vivir o donde hay quien sortea la miseria tratando de dominar una pelota de cuero, porque hay muchas historias que desembocan en el fútbol, porque está Zitarrosa cantándole a Garrincha y porque quien esto escribe vio jugar a Mágico González y aquello si no era arte pegado a una bota se le aproximaba mucho.

En el fútbol citando a Umberto Eco suele haber apocalípticos e integrados como ante toda cultura de masas que hay quien defenestra por el simple hecho de ser masiva. Hay quienes ignorándolo todo de este deporte cargan su demagogía contra él. Esto no quita que haya  una parte despreciable en este deporte que es preciso denunciar: grupos radicales, mafias organizadas, intereses muy oscuros, la parte sucia, de ruindad moral de todo negocio millonario. Pero al margen de éso yo me quedo con mi infancia de partidos de fútbol al aire libre, de playa, descampado y calle, y con toda la literatura que encierra un campo de juego, esa literatura que viene de la infancia y que supieron plasmar Pasolini, Camus, Fontanarrosa o el mismísimo Miguel Hernández con su elegía al guardameta.

He sido uno de los muchos que ha celebrado el triunfo de España en la Eurocopa. Es el triunfo de la constancia, del trabajo, de la creencia en un modelo futbolístico que no anda lejos del Brasil del Mundial de México 70 o de la Holanda del Mundial de Alemania del 74. Algunos se creen que no hay mérito alguno en ganar de manera consecutiva una Eurocopa, un Mundial o una Eurocopa. Desconocen el sacrificio de un deportista de élite ni el ejemplo de un entrenador moderado  como Vicente del Bosque en la era del exabrupto institucionalizado. Algunos contemplan a Iniesta y piensan que es fácil hacer lo que hace e incluso le exigen que la prima que ha ganado justamente sea donada a una buena causa. Y lo dicen aquellos que seguramente no entregan parte de su paga extra a ninguna causa solidaria. En estos casos la demagogía es el camino más fácil para la descalificación.

Que el fútbol merece respeto por parte de los más exquisitos lo demuestra la abundante bibliografía que está generando en nuestro país. Hace poco el suplemento cultural Babelia dedicaba un número especial a la literatura futbolística. Encontramos ahora mismo novedades de enjundia en este sentido, desde la recopilación de artículos de Santiago Segurola hasta antologías poéticas pasando por libros que constituyen tratados de penetración futbolistica como Fútbol contra el enemigo de Simon Kuper, lectura que aconsejo vivamente y que demuestra cómo fútbol y política caminan juntos y cómo el fútbol por sí mismo puede generar un reportaje periodístico de verdadero interés.

Ciñendome a las antologías deportivas recuerdo una de Antonio Gallego Morell titulada Literatura de tema deportivo publicada en 1969. En ella aparecía el poema Fútbol modesto de Leopoldo de Luis, magnífica oda a los futbolistas que no conocieron los días de gloria, el rugir fervoroso de la multitud. La revista Litoral también dedicó un estupendo número a la literatura vinculada al deporte donde se recogían varios poemas dedicados al fútbol, entre ellos un hermoso tributo de Ángeles Mora a Juan Gómez Juanito, el inolvidable siete madridista que recibiera un botellazo cierta tarde de épica futbolística en Belgrado y formara delantera inolvidable junto a Santillana. Por ahí se cobijan algunos de mis recuerdos de infancia asociados al fútbol y a la voz radiofónica de Gaspar Rosety. Esas antologías desembocan en las más recientes de Francisco J. Uriz (El gol nuestro de cada día) y de Luis García Montero y Jesús García Sánchez (Un balón envenedado: Poesía y fútbol). Esta última orquestada por Visor y con una selección de autores algo más discutible.

Es difícil entender el fútbol si no se ha practicado como afición, si no ha formado parte de tu propio equipaje sentimental donde comparten espacio algunos libros,  varios discos de vinilo y un álbum de cromos de la liga española de hace muchos años. Se mezclan los nombres de futbolistas de los que los más jóvenes del lugar apenas tendrán noticias: Miguel Ángel defendiendo con brío y excelentes reflejos la portería del Real Madrid o Allan Simonsen, añorado extremo del Barça que entrenaba Udo Latex o el flaco Cardeñosa durmiendo la pelota en el Benito Villamarín. Son estampas del pasado, formas del recuerdo, maneras de perder o ganar, de glosar la victoria o el fracaso sobre el verde de un  campo y de amar este deporte que a su modo dice tanto de mí como la literatura, el cine o la canción.

Por eso me emocionó tanto que  Emilio Butragueño me llamara hace un par de años para darme las gracias por  enviarle un ejemplar de Serrat, canción a canción. El héroe de Querétaro que debutó en Carranza, el mismo que desarboló al Anderlecht de Enzo Scifo cierta noche europea, me agradecía el detalle de hacerle llegar uno de mis libros, cuando soy yo el que debía darle las gracias por ser parte de los fulgores de mi infancia, cuando todo quedaba por hacer, cuando leíamos el Don Balón frente al mar y la muerte no había trastocado ningún plan.   

sábado, 14 de julio de 2012

UMBRAL Y EL MANISERO



A finales de agosto de 2007 asistí en Cádiz a una mesa redonda sobre la relación de la literatura y la prensa escrita. Entre los convocados estaban Luis García Montero, Benjamín Prado y Almudena Grandes.  La calidad de quienes participaron propició una velada muy enriquecedora, si no fuera por un detalle sintomático del sectarismo que caracteriza a esta España nuestra, de izquierdas y derechas siempre mal avenidas, incapaces de reconocer las virtudes del contrario. Aquella noche nadie se acordó de Francisco Umbral que murió apenas una semana después de aquella mesa redonda. De vuelta a casa pensé que cómo era posible hablar de literatura y periodismo sin citar a Umbral. Y también pensé que quienes podían despreciarlo jamás llegarían a escribir una obra maestra como Mortal y rosa, libro absolutamente clave de nuestra literatura, enorme poema en prosa a la altura del Ocnos de Cernuda.

Lo que pasaba en el fondo es que Umbral ya no era acogido por los escritores de izquierda como uno de los suyos. Por eso el olvido no me pareció inocente. Y hubiese sido un buen gesto que no sólo salieran a la palestra escritores de izquierda, que el sectarismo no sólo viniera de la derecha cavernaria o cainita. Me dolió ese olvido a Umbral cuya obra merece ser revalorizada, más allá del enorme Mortal y rosa  en cuyas desconsoladas páginas arde la pérdida irreparable del hijo del escritor, fallecido siendo un niño.  

He pensado en ésto mientras leía Si hubiéramos sabido que el amor era eso (Ediciones Literoy, 1969), una de las primeras novelas de Umbral, relato melancólico de incertidumbre amorosa en la que importa la prosa que es capaz de sintetizar poéticamente un mundo deshabitado de palabras indecibles y sueños vacilantes. Suena en un momento de la banda sonora de la novela la canción "El manisero" que popularizó Machín y que enmarca el reencuentro de la pareja protagonista, tras un intervalo de tiempo sin verse:
En los altavoces de aquel sótano en penumbra sonaba "El manisero" y el camarero que movía las maracas junto a la barra tenía un suave balanceo y una sonrisa indefinida que abarcaba a todos los clientes, y de pronto, ella se encontró con la cabeza apoyada en el hombro de él, y a él se le escapó una frase que no supo si estaba bien o mal...
Me reconozco en Umbral, en sus novelas de posguerra, en su manera de no contar nada y contarlo todo, de envolver la prosa en una lírica minuciosa de tranvías, de humos de cigarro, de paseantes solitarios, de noches en vela, de escritura apasionada, de ninfas mezcladas con giocondos. No hay demasiados como él que representen esa figura de escritor que supo mojar también su tinta en la prensa escrita convirtiéndose en un articulista de fondo. Por eso hay que volver al mejor Umbral, por eso interesa que las mesas redondas aglutinen pluralidad y no la endogamía de ciertos círculos literarios que piensan que fuera de ellos y de sus referentes ideológicos no existe nada. Conviene no olvidarlo en estos tiempos cada vez más virulentos donde si no te proclamas de izquierda y abogas por la revolución te pueden tomar como representante de la extrema derecha a la que detestas sobre todas las cosas o a la que detestas del mismo modo que puedes detestar a la extrema izquierda.

Y mientras te refugias en Umbral piensas en la importancia de ser en estos tiempos independiente y huir del partidismo feroz que algunos ostentan, como si el socialismo pudiera dar lecciones de algo en este país, como si el descrédito de los políticos no fuera cosa generalizada y todos al llegar al poder no conformaran una ruidosa e indecente casta de privilegiados, expertos en promesas incumplidas y en hacerle pagar el pato a los de siempre.  Y por eso importa volver la mirada sin prejuicios a escritores como Umbral, testigos de su tiempo desde la atalaya del pensamiento y del verbo vivido y sentido, el mismo Umbral que fuera capaz de humillar televisivamente a Mercedes Milá, como si intuyera que esta señora iba en el futuro a manchar la televisión presentando un concurso tan infame como Gran Hermano.

jueves, 12 de julio de 2012

MANU TENORIO


Recuerdo a Manu Tenorio en la primera edición de Operación Triunfo. Al lado de Bisbal o Bustamante cualquiera que tuviera un cierto concepto de canción de autor podía destacar. Manu Tenorio citaba a Serrat y eso parecía ubicarle en un territorio estético y lírico diferente. Obviamente se equivocaban aquellos que así lo creían, que pensaban que en Manu había madera de cantautor capaz de construir una carrera medianamente sólida.

El tiempo nos ha hecho ver - por si alguien tenía dudas- la fatuidad de un concurso como Operación Triunfo, incapaz de promocionar el talento, de ofrecer a la audiencia un tipo de canción alejado del consumismo más exagerado, de los modos musicales más arteros. Bisbal y Bustamante siguen perpetrando giras, grabando discos infumables y teniendo seguidores de mentalidad ciertamente adolescente. Lo que hacen Bisbal, Bustamante, Chenoa y compañía carece del más mínimo interés musical pero ahí están prolongando la parafernalia de aquel Operación Triunfo que los dio a conocer. De Manu Tenorio no puede  decirse ni eso. El tipo posa en Diez Minutos o en Lecturas o en Men's Health pero de lo que menos puede hablar es de sus canciones. Es obvio que ninguna revista musical rigurosa perdería un minuto de su tiempo en analizar los discos de los triunfitos cuya aportación a nuestro cancionero ha sido de una nulidad más que evidente.

Cada cual construye su carrera como quiere. Afortunadamente hay artistas que transitan por la vía de la exigencia, de la expresividad y de la belleza. Pensemos ahora en Sílvia Pérez Cruz y en su disco 11 de novembre. Ese es el camino, ese es el concepto de una canción que no se somete al instante fugaz y no renuncia al estilo, a eso tan importante que es la búsqueda de un estilo. Silvia no tiene prisa. Su voz eterna y frágil, sus maneras, sus formas van siendo cada vez más elogiadas pero en ella no hay forzamiento de una imagen ni estrategias descaradamente comerciales.  

Hay quien en vez de canciones exhibe abdominales y hay quien cree en la canción como han creído antes Bob Dylan, Jacques Brel, Atahualpa Yupanqui o Chico Buarque. ¿Se imaginan al tipo que se desarmaba cantando "Ne me quitte pas" en el Olympia de París posando de esta guisa en una revista? La paradoja es que Manu Tenorio quiso ser el intelectual de OT erigiéndose en tuerto en el país de los ciegos. Al lado de aquella Rosa de España o de Bisbal o de Bustamante cualquiera podía pasar por intelectual.

La portada de Manu Tenorio en Men's Health nos dice por dónde irá su carrera en el futuro, más cerca de abrir un gimnasio con su nombre que de grabar discos consistentes. Este relanzamiento de su imagen pública no hace otra cosa que constatar el fracaso estrepitoso de alguien que se presentó a Operación Triunfo con el referente de Serrat impreso en su guitarra. Algo ha ido mal de aquel entonces en el que versionaba "Aquellas pequeñas cosas" a hoy cuando nos canta este tipo de estribillos:

Que no,
que tú no sientes ni frío ni calor,
que tú me usas para tu diversión,
que a ti no te duele lo que sienta yo....

Pura poesía, que sí, que sí, la del señor Manu Tenorio, el triunfito que cantaba a Serrat y ahora rinde pleitesía a Julio Iglesias.



EL CINE DE GONZALO GARCÍA PELAYO



Tres redactores de la revista Lumiere se citan en Cádiz con Gonzalo García Pelayo para hacerle un reportaje sobre su etapa como cineasta. Entre los redactores se encuentra Gonzalo de Lucas, coautor del ensayo Pensar en imágenes sobre Godard. Soy testigo privilegiado de este encuentro en casa de Jeri Iglesias, hijo de Miguel Ángel Iglesias, protagonista de la cinta. Todo es cálido en este encuentro,  como el mar que nos abraza cercano o los trozos de sandía que reposan sobre la mesa conformando una efímera naturaleza muerta que degustaremos mientras hablamos sobre Hawks o Ford.

Mi fascinación por la película Vivir en Sevilla -rara avis de su tiempo- motivó hace algunos años mi primer encuentro con Gonzalo García Pelayo y el comienzo de una amistad a lo largo. Duerme en mis cajones una novela que imagina un encuentro parisino de Gonzalo con Jean Eustache, el inolvidable creador de La mamá y la puta. Espero desempolvarla pronto porque allí importa y mucho la atmósfera libre que conforma Vivir en Sevilla, cine-ensayo y curiosísima tentativa de trasladar el eco de la nouvelle vague a la primavera sevillana del gozo y la congoja, de la pasión y el rito, de los amores huidizos y el peso del exilio que late en la hojarasca del tiempo que se ha ido.

Celebro que los críticos de Lumiere abanderen el rescate fílmico de Gonzalo, un tipo singularísimo que merece todo tipo de reivindicaciones y de reconocimientos. A Gonzalo lo hemos visto convertido en personaje cinematográfico en Los Pelayos, película de reciente factura. No convendría quedarse sólo con la imagen de Gonzalo como enfant terrible de los casinos.  Más allá del juego y del póker habita el inmenso productor discográfico que dio cobertura al rock andaluz y acogió figuras fundamentales de la canción. Y más allá de la imagen deformada que podemos tener de cada cual, transita el cineasta de Manuela, éxito del cine español de mediados de los años setenta en la que tuvo el privilegio inmenso de dirigir a Fernando Rey y también el cineasta que rompe con toda norma establecida para rodar Vivir en Sevilla.

Gonzalo debió sentirse como Hitchcock cuando lo visitaban los muchachos de Cahiers y desentrañaban las claves ocultas de sus películas. Se habló de Dreyer, de Godard, de Buñuel, del cine mudo, del artista que sueña con disolverse en sus propias obras, abrazar la nada, traspasar el umbral del misterio, ligeros de equipaje, sin recordar siquiera su propia historia. El análisis pormenorizado de los redactores de Lumiere de la obra de Gonzalo no desmerece en absoluto al que podían hacer aquella generación inolvidable de escritores de cine de Cahiers. Vivir en Sevilla ocupó un lugar prioritario en la conversación a la que se sumó también Javier García Pelayo, hermano de Gonzalo que ejerció de productor y coguionista de la película.

Escuchar a Gonzalo, atender a sus reflexiones, a su sentido estético y vital supone un inmenso placer. Las mismas digresiones que marcan parte de su cine las aplica a la conversación y en un momento puede pasar de evocar al rockero sevillano Silvio -presencia vital en Vivir en Sevilla- a ponderar la Historia de los heterodoxos españoles de Menéndez Pelayo. Todo forma parte de una especie de encantamiento, como la aparición de la Macarena en Vivir en Sevilla, como la vida misma que habita en estas conversaciones en las que impera nuestro amor al cine, el viejo placer de las tertulias y del paisaje compartido.

No podía imaginar aquel adolescente que descubrió Vivir en Sevilla en televisión que un día asistiría a un encuentro cinéfilo en torno a la película con la presencia del mismísimo Gonzalo García Pelayo. Espero que salga esa retrospectiva de su cine en la Bienal de Viena. Y si así fuera que doblen al austriaco Vivir en Sevilla...

miércoles, 4 de julio de 2012

ESCRITORES


Según reza  el DRAE escritor es persona que escribe. A partir de esta parca e insuficiente definición cualquiera puede sentirse escritor con lo que la palabra en sí misma sufre una devaluación permanente. Escribir una novela, un libro de poemas o un ensayo es muy complicado. Exige haber leído mucho, haber investigado mucho sobre un determinado tema. La escritura debiera ser una unidad de destino como lo era para Juan Carlos Onetti o para Julio Ramón Ribeyro. Cuando proliferan los novelistas, poetas y ensayistas de variado pelaje la gente tiende a pensar que cualquiera escribe, que no hay esfuerzo ni rigor en lo que se emprende, que viajamos a las regiones del mero divertimento, a esta sociedad del espectáculo en la que importa más la apariencia que el compromiso real con la escritura.
Por esas razones escritora pudo llegar a ser Ana Rosa Quintana, perpetradora de aquella vergüenza llamada Sabor a hiel, y escritor o escritora puede llegar a ser casi cualquiera que se lo proponga, famoso o aspirante a serlo, sin que haya oficio ni pudor, exigencia o búsqueda y todos se creyeran tan trascendentes como para sentirse escritores a las primeras de cambio. A eso añadimos la proliferación de blogueros, término que algunos incluyen en su propio currículum vitae como si el ser bloguero tuviera per se  algún tipo de mérito. Y así leemos que Fulanita Pérez es escritora, poeta, historiadora, bloguera y hasta cantautora de inverosímiles ripios.  
De este modo no es  raro encontrarse con poetas que no leen poesía, con un tipo de escritor que se jacta de no leer, que ni siquiera tiene una biblioteca en casa, ni falta que le hace. Y en estos tiempos necesitamos más lectores que escritores, más difusión de la cultura que libros inanes que sólo sirven para satisfacer egos. Son estos los tiempos de devaluación cultural, de exhibicionismo permanente, por los que nos toca transitar, tiempos en los que cualquiera puede verter una opinión sin que la sustente una mínima base porque la ignorancia es atrevidísima en todos los sentidos. Y las voces autorizadas van siendo cada vez menos autorizadas, más descalificadas por ese mayoría que a su modo alza su voz y su falta de escrúpulos en facebook o en twitter. Una cuenta en facebook puede dejar al desnudo nuestras carencias. Hay quien calladito está más guapo pero ahora tiene en las redes sociales un modo de explayarse, de soltar todo lo que se le pasa por la cabeza.
Hace tiempo me encontré con un tipo que se vanagloriaba de haber escrito un libro en un mes y medio. No era Jordi Sierra i Fabra, recordman mundial de nuestras letras, capaz de urdir cinco novelas en un año. El tipo del que hablo nada tenía que ver con la literatura pero difundía una imagen de la escritura ciertamente lamentable. En todo ese proceso de vulgarización de las letras tiene que haber esa editorial que no tiene criterio alguno para publicar cualquier bodrio y en eso incluyo a la vergonzante editorial Planeta que tiene en su catálogo a “escritores-fantoches” como Tomás Roncero o como el mismísimo César Vidal que tiene el descaro de escribir un canon cultural y de incluirse a sí mismo,  en el colmo del onanismo, práctica de la que debiera abstenerse alguien que ha sido locutor de la purísima COPE. 
Con esta inflación de escritores urge buscar a quienes dignifican la palabra escrita. Uno de ellos es Gonzalo Hidalgo Bayal al que muchos de los que se consideran escritores por haber publicado un libro ni siquiera habrán leído. Basta leer Campos de amapolas blancas (Editorial Tusquets) para darse cuenta de que para firmar una obra maestra no hacen falta poses grandilocuentes ni seicientas páginas ni grandes campañas de marketing ni escribir otra maldita novela sobre la guerra  civil citando a Isaac Rosa. Lo que hace falta es ser consciente de que escribir es algo muy serio, que compromete al escritor consigo mismo y con el lector sensible y atento. Y que, en última instancia, no todo el mundo está capacitado para escribir, no todo el mundo posee el don de la escritura porque haya escrito un libro y haya plantado un árbol y ahora le falte el hijo para justificar su paso por este mundo.