BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




lunes, 16 de julio de 2012

DEFENSA DEL FÚTBOL


Algunos con pose intelectual lo siguen despreciando. Alborotan el gallinero diciendo que el fútbol anestesia a las masas, que el triunfo en la Eurocopa oculta un país en quiebra, como si de vez en cuando la gente no se mereciera algo parecido a una celebración colectiva. Decían que el franquismo lo utilizaba y resulta que el fútbol sigue ejerciendo su supremacia en tiempos de democracia y ya hay escritores de postín que salen de su armario y se confiesan amantes del fútbol porque Dios es redondo como dice Juan Villoro.

Es cierto que no es oro todo lo que reluce en el balompié nacional. Puede que si alguien se le ocurriera tirar de la manta encontraramos un desaguisado parecido al del calcio italiano. Pese a ello el fútbol resiste y va más allá de los grandes titulares porque es una playa perdida en el mapa de los sueños donde hay quien corre para no morir o para vivir o donde hay quien sortea la miseria tratando de dominar una pelota de cuero, porque hay muchas historias que desembocan en el fútbol, porque está Zitarrosa cantándole a Garrincha y porque quien esto escribe vio jugar a Mágico González y aquello si no era arte pegado a una bota se le aproximaba mucho.

En el fútbol citando a Umberto Eco suele haber apocalípticos e integrados como ante toda cultura de masas que hay quien defenestra por el simple hecho de ser masiva. Hay quienes ignorándolo todo de este deporte cargan su demagogía contra él. Esto no quita que haya  una parte despreciable en este deporte que es preciso denunciar: grupos radicales, mafias organizadas, intereses muy oscuros, la parte sucia, de ruindad moral de todo negocio millonario. Pero al margen de éso yo me quedo con mi infancia de partidos de fútbol al aire libre, de playa, descampado y calle, y con toda la literatura que encierra un campo de juego, esa literatura que viene de la infancia y que supieron plasmar Pasolini, Camus, Fontanarrosa o el mismísimo Miguel Hernández con su elegía al guardameta.

He sido uno de los muchos que ha celebrado el triunfo de España en la Eurocopa. Es el triunfo de la constancia, del trabajo, de la creencia en un modelo futbolístico que no anda lejos del Brasil del Mundial de México 70 o de la Holanda del Mundial de Alemania del 74. Algunos se creen que no hay mérito alguno en ganar de manera consecutiva una Eurocopa, un Mundial o una Eurocopa. Desconocen el sacrificio de un deportista de élite ni el ejemplo de un entrenador moderado  como Vicente del Bosque en la era del exabrupto institucionalizado. Algunos contemplan a Iniesta y piensan que es fácil hacer lo que hace e incluso le exigen que la prima que ha ganado justamente sea donada a una buena causa. Y lo dicen aquellos que seguramente no entregan parte de su paga extra a ninguna causa solidaria. En estos casos la demagogía es el camino más fácil para la descalificación.

Que el fútbol merece respeto por parte de los más exquisitos lo demuestra la abundante bibliografía que está generando en nuestro país. Hace poco el suplemento cultural Babelia dedicaba un número especial a la literatura futbolística. Encontramos ahora mismo novedades de enjundia en este sentido, desde la recopilación de artículos de Santiago Segurola hasta antologías poéticas pasando por libros que constituyen tratados de penetración futbolistica como Fútbol contra el enemigo de Simon Kuper, lectura que aconsejo vivamente y que demuestra cómo fútbol y política caminan juntos y cómo el fútbol por sí mismo puede generar un reportaje periodístico de verdadero interés.

Ciñendome a las antologías deportivas recuerdo una de Antonio Gallego Morell titulada Literatura de tema deportivo publicada en 1969. En ella aparecía el poema Fútbol modesto de Leopoldo de Luis, magnífica oda a los futbolistas que no conocieron los días de gloria, el rugir fervoroso de la multitud. La revista Litoral también dedicó un estupendo número a la literatura vinculada al deporte donde se recogían varios poemas dedicados al fútbol, entre ellos un hermoso tributo de Ángeles Mora a Juan Gómez Juanito, el inolvidable siete madridista que recibiera un botellazo cierta tarde de épica futbolística en Belgrado y formara delantera inolvidable junto a Santillana. Por ahí se cobijan algunos de mis recuerdos de infancia asociados al fútbol y a la voz radiofónica de Gaspar Rosety. Esas antologías desembocan en las más recientes de Francisco J. Uriz (El gol nuestro de cada día) y de Luis García Montero y Jesús García Sánchez (Un balón envenedado: Poesía y fútbol). Esta última orquestada por Visor y con una selección de autores algo más discutible.

Es difícil entender el fútbol si no se ha practicado como afición, si no ha formado parte de tu propio equipaje sentimental donde comparten espacio algunos libros,  varios discos de vinilo y un álbum de cromos de la liga española de hace muchos años. Se mezclan los nombres de futbolistas de los que los más jóvenes del lugar apenas tendrán noticias: Miguel Ángel defendiendo con brío y excelentes reflejos la portería del Real Madrid o Allan Simonsen, añorado extremo del Barça que entrenaba Udo Latex o el flaco Cardeñosa durmiendo la pelota en el Benito Villamarín. Son estampas del pasado, formas del recuerdo, maneras de perder o ganar, de glosar la victoria o el fracaso sobre el verde de un  campo y de amar este deporte que a su modo dice tanto de mí como la literatura, el cine o la canción.

Por eso me emocionó tanto que  Emilio Butragueño me llamara hace un par de años para darme las gracias por  enviarle un ejemplar de Serrat, canción a canción. El héroe de Querétaro que debutó en Carranza, el mismo que desarboló al Anderlecht de Enzo Scifo cierta noche europea, me agradecía el detalle de hacerle llegar uno de mis libros, cuando soy yo el que debía darle las gracias por ser parte de los fulgores de mi infancia, cuando todo quedaba por hacer, cuando leíamos el Don Balón frente al mar y la muerte no había trastocado ningún plan.