José Ignacio Lapido conjuga en sus canciones rock y poesía. Acaba de editar Formas de matar el tiempo. Lo escucho mientras mayo florece como prodigio luminoso entre tanta infamia. Me acuerdo mientras canta Lapido de Alfredo Landa en El crack, esa obra maestra del tantas veces repudiado Garci. Nunca estuvo mejor el enorme actor que en esa ejemplar muestra de cine negro patrio. El lacónico detective German Areta está en nuestra memoria cinematográfica como lo está Alfredo Landa que era mucho más que el landismo que por otra parte es preferible al torrentismo de Santiago Segura. Antes que El crack ya Garci le ofreció a Landa un personaje de fuste en Las verdes praderas.
Despedimos a Landa en esta tumultuosa primavera. El tiempo pasa y Lapido canta a la esperanza y dice ser fiel a su estilo. Landa también fue fiel a su estilo y era tan buen actor en No desearás a la vecina del quinto como en Los santos inocentes.
La noche es una canción meciéndose en los labios. En la tele un documental sobre Cruyff revela la grandeza de un holandés nada errante. Siempre fui de Cruyff, otro tipo que supo ser fiel a un estilo, primero como futbolista y luego como entrenador.
Lapido canta, mi hija duerme, el tiempo avanza. Reviso un viejo libreto de Los fígaros de Paco Alba, comparsa gaditana gestada en la década en la que sobrevino el landismo que estaba lleno de despampanantes suecas mientras otro sueco apellidado Bergman se colaba en los cines de arte y ensayo.
Me voy a la cama. Lapido ha dejado de cantar. Pienso en Alfredo Landa que ya no es aunque seguirá siendo. Me acuerdo ahora del actor motorizado en El puente de Bardem. Todo está en calma, nocturnamente en calma. Mi hija duerme. Joan Isaac, bandera negra al cor es ya una hermosa realidad.