El programa Salvados (La Sexta) podría dedicarle un jugoso espacio a los premios literarios de mayor dotación económica, a la farsa que encierran, a los pomposos jurados que contribuyen a esa farsa. Un escritor no se mide por los premios que gana, primera perogrullada del diletante. Nada le aportó el Planeta a Juan Marsé o a Mario Vargas Llosa que ya eran escritores consagrados cuando lo ganaron. No recuerdo los premios literarios que le dieron en vida a Julio Ramón Ribeyro. Lo suyo era fajarse con la hoja en blanco, deslumbrar en la distancia corta del relato, en su faceta de diarista tentado por el fracaso o en su condición de novelista o de prosista apátrida.
Ignoro si Marta Robles ha leído a Julio Ramón Ribeyro. No lo creo a juzgar por antecedentes como ese libro de estilo titulado Madrid me Marta (sic). Lo que me permito dudar es que el Premio Fernando Lara lo haya ganado en justa lid y desde luego no creo que la novela Luisa y los espejos venga a significar otra cosa que la dudosa condición de estos premios literarios auspiciados por Planeta que son más farándula que otra cosa. Como cómplices de la supuesta farsa gente como Fernando G. Delgado o el exquisito novísimo Pere Gimferrer. Es una lástima que estos premios no sirvan para catapultar voces jóvenes y se destinen a rostros conocidos que proceden en muchos casos del medio televisivo. La relación se haría tan extensa como monótona, como extensos son los negros que están detrás de muchos de estos libros escritos por famosos.
Por eso llega Sant Jordi y los catalanes se mueren porque les firme un libro Mercedes Milá, Jorge Javier Vázquez o cualquiera de esos presuntos escritores del medio televisivo que escriben lo que les sale del bolo. Si esto sucediera en Andalucía hablaríamos del subdesarrollo cultural andaluz pero parece que en la Cataluña que mira a Europa también pasan estas cosas e importa más un libro de Mercedes Milá que uno de Juan Marsé.
Y lo mismo pasa con la poesía donde también asoman cotos genuinamente privados y donde nos encontramos con ejemplares poetas muy éticos formando parte de jurados que premian a amigos poetas en certámenes de gran dotación económica y forjando un canon que no permite a intrusos que no rindan eterna pleitesía a los poetas que manejan el cotarro lírico. Es lo que hay, llámese el premio Fernando Lara o Loewe y aquí podríamos recordar lo que pensaba José Ángel Valente de cierta deriva de la poesía española representada en sus premios literarios más renombrados.
Pero estaba hablándoles de Luisa y los espejos, premio Fernando Lara, que vendrá a ser uno de los grandes hits que expondrá Carrefour al lado de la sección de embutidos. Que disfrute Marta Robles de los 120.000 euros. Quizá ha escrito el libro que la literatura española estaba esperando y yo soy el equivocado. Ay, los premios literarios.