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El cine de Gonzalo García Pelayo merecía la retrospectiva y el seminario que le está dedicando el Festival de Cine Europeo de Sevilla. Sus películas constituyen un ciclo vital que refleja el espíritu de una época particularmente convulsa pero también luminosa por lo que tuvo de esperanza, de multitudes guiadas por un mismo anhelo de libertad. Vivir en Sevilla es la que mejor define la poética de Gonzalo y es una película absolutamente indispensable en mi propia formación cinéfila. Esa película nos unió a Gonzalo y a mí cierta sobremesa conileña de sosegada conversación.
Pasado el tiempo uno celebra que Gonzalo como cineasta haya sido revisado/reivindicado/agasajado de un modo tan sesudo en un seminario titulado Penetrar la alegría. La conferencia que pude escuchar en su totalidad fue la titulada ¿Y si GGP hubiera filmado Athanor? Cartografía e imaginario en el cine de GGP. La impartieron Francisco Algarín, editor de la revista Lumière y el crítico Alfonso Crespo. En este mano a mano hubo mucha pasión a la hora de establecer conexiones entre el cine de Gonzalo y el de otros cineastas europeos.
Philippe Garrel dio título a la charla pero también hubo otros cineastas que fueron relacionados con el cine de Gonzalo. En mi caso disfruté sobre todo con la parte dedicada al gran cineasta Jean Eustache, autor de esa obra maestra titulada La mamá y la puta que incomprensiblemente no conoce edición en DVD. Las conexiones muy íntimas de Gonzalo con Eustache constituyen curiosamente el eje de una novela que tengo medio escrita y duerme en un cajón el sueño de los justos. Más allá de estas conexiones cinéfilas que es legítimo establecer creo necesario mirar el cine del modo que lo hacían Truffaut, Cabrera Infante, José Luis Guarner o Homero Alsina Thevenet. Es ese placer de la mirada que evita la espesura y busca la claridad que viene del entusiasmo y de la capacidad de plasmar ese entusiasmo y hacer partícipe a la audiencia de él. Es éste quizá el mejor modo de hallar una respuesta sensible en el público y que éste no deserte de un tipo de cine alejado de las propuestas más convencionales. Es una labor pedagógica que a todos nos incumbe. Quiero decir con esto que tanta fiebre analítica no debe hacernos olvidar lo esencial que es acudir al cine de Gonzalo García Pelayo sin prejuicios ni excesos comparativos, penetrando precisamente en esa alegría que habitó con su cámara, en esa primavera de los sentidos que florece particularmente en Vivir en Sevilla, que está en las improvisaciones de Silvio, en la ciudad luminosa y constante que penetra en el objetivo de la cámara o en el cuerpo de Ana Bernal- la protagonista femenina- que llora cuando sus ojos se cruzan con el rostro atribuido y atribulado de la Macarena.
El seminario se cerró con un encuentro con Gonzalo García Pelayo, Javier García Pelayo (productor, actor y guionista), José Enrique Izquierdo (Dtor. De Fotografía y montador) y Rosa Ávila (actriz de Frente al mar). La mayor parte de ese encuentro puede escucharse en el audio que acompaña a estas líneas. El audio no tiene desperdicio. Tampoco lo tiene la encomiable labor que la redacción de Lumière ha realizado para montar esta retrospectiva de Gonzalo García Pelayo. Enhorabuena al Festival de Sevilla y a su director Cienfuegos por hacerla posible.