BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




lunes, 5 de noviembre de 2012

RAPHAEL SIGUE SIENDO AQUEL


Tenía mis reservas. Lo reconozco. Era mi primer recital de Raphael, leyenda viva de la canción española o bestia pop en palabras del nada sospechoso Rodrigo Fresan. Ante figuras de la talla de Raphael es conveniente dejar de lado los prejuicios. Raphael ha sido eternamente cuestionado pero ahí sigue en primera línea y con una fuerza en el escenario ciertamente envidiable. 

Jordi Sierra i Fabra y Martín J. Louis publicaron en 1973 un magnífico libro titulado Mitología pop española. Casi todos los artistas españoles del momento aparecían en esas páginas. La entrada dedicada a Raphael daba cuenta de la dificultad de analizar al mito. En aquel libro se decía que lo fácil era cargarse a Raphael, ponerle motes, buscarle la mentira, y lo difícil reconocer su calidad, su españolismo y su dimensión internacional. Se destacaba además su manera teatral de entender la canción. Esa puesta en escena efectista y grandilocuente ha constituido desde siempre su sello personal. En su doble recital gaditano lo volvió a demostrar. 

Jesús Torbado trató también de analizar el fenómeno en un texto que tituló Raphael: El éxito de un tonadillero clásico. Ese texto formó parte de la Gran Enciclopedia de la Música Pop que coordinaron en su día José María Iñigo y el propio Torbado. Relacionar al niño de Linares con el espíritu de la tonadilla suponía un acierto. Toda ese repertorio barroco de gestos viene de esa tradición, de la bata de cola besando un escenario de la posguerra. Lo que Torbado cuestionaba de Raphael no era su buena voz ni tan siquiera su amaneramiento sino su manera de publicitar su figura explotando el sentimiento maternal de los públicos femeninos e incluso de personas retrasadas mentales que podían tener la foto del artista junto a un crucifijo. La forma con la que Torbado describía cierto público femenino que idolatraba a Raphael deja entrever que no entendía el fenómeno ni que fuera el artista español más internacional en aquel momento en el que sólo Serrat le discutía el reinado con una propuesta radicalmente diferente. Aquella España del 73 se dividía entre Raphael y Serrat y esa pugna se podía seguir a través de la revista Mundo Joven que ese mismo año dejaba de editarse. 

Mucha lluvia ha empapado los cristales desde la redacción del texto de Jesús Torbado pero Raphael permanece inasequible al desaliento. Su puesta en escena en el Teatro Falla no tuvo fisuras. Tampoco su voz ni su modo de mantener vivo ese repertorio histórico que hizo a su medida el gran Manuel Alejandro. Raphael es mucho Raphael. Para bien o para mal. Puedes ir con todos los reparos del mundo pero termina ganándote por su manera de vivir el escenario. Cantó buena parte de sus clásicos. Hizo una trepidante "Qué sabe nadie" y una intensa "En carne viva". Todo fue tan excesivo como corresponde al personaje. Hizo de Gardel y de sí mismo, conocedor de todos los recursos del oficio. Sonó hasta la "Balada de trompeta" que siempre me ha estremecido. Otra cosa fue su versión de "Cantares" de Serrat. En ese registro el incombustible Raphael pierde pie porque no están hechos los versos de Antonio Machado ni las formas de Serrat a su desmesura. 

Pero Raphael te gana por esa fuerza telúrica que desprende, por esa inagotable manera de derramarse.  Hay mucha escuela francesa en quien pisó el Olympia de París y otros escenarios célebres. El de Linares nos hace pensar en un tipo de canción melódica que ya no existe. El tiempo pasa pero Raphael sigue siendo aquel. Y eso que yo iba con todas las reservas. Pero el tipo, intachable y generoso, conquistó hasta a los escépticos.