El amigo Juan de la Plata me hace llegar esta foto de mi padre. Me emociona encontrar nuevos testimonios de su labor encomiable en defensa de la cultura andaluza. Aquí disertaba sobre poesía y flamenco invitado por la Cátedra de Flamencología de Jerez. La imagen no está fechada pero puede ser de principios de los años sesenta. El acto se celebró en el marco privilegiado del Alcazar y se programaba dentro de los Cursos de Verano que la Universidad de Sevilla organizaba en Cádiz.
En vísperas del día de los difuntos me sigo acordando de mi padre, trato de ser poema del mismo modo que él lo fue y acaricio con mis manos los mismos libros que él acariciara. Abro En un vasto dominio de Vicente Aleixandre o Plenos poderes de Pablo Neruda y siento que esos libros que le pertenecieron me pertenecen a mí ahora. Puede advertirse en la imagen el perfecto aliño indumentario del que hablaba el poeta arcense Antonio Hernández y esa dicción clara y profunda que hoy resulta tan difícil de hallar en los poetas que ahora escriben y recitan. Cierta elocuencia y ciertos modos parecerían hoy extemporáneos pero no debieran serlo. Uno que ama la cancíón francesa cree y mucho en la puesta en escena, en la forma en que uno debe revelar el canto, el sonido de las palabras. Hay poetas que vistos en directo producen más bien rechazo. Otros, en cambio, son capaces de hacer de la poesía una forma nada fingida de vivir y de sentir. De ese modo logran inculcar el veneno de la poesía al prójimo. Mi padre era uno de ellos.
Hay acordes hechos de eternidad que pueden escucharse contemplando todo lo que revelan en su interior las viejas fotografías. Lo que sucedió hace mucho regresa en el silencio. Queda la imagen, los folios esparcidos en la mesa, el blanco cuello de la camisa, la botella de fino oloroso que endulza la garganta. Todo eso y mucho muestra esta imagen perdida en la noche de los tiempos.
Hay acordes hechos de eternidad que pueden escucharse contemplando todo lo que revelan en su interior las viejas fotografías. Lo que sucedió hace mucho regresa en el silencio. Queda la imagen, los folios esparcidos en la mesa, el blanco cuello de la camisa, la botella de fino oloroso que endulza la garganta. Todo eso y mucho muestra esta imagen perdida en la noche de los tiempos.