BIOGRAFÍA

En la obra de Luis García Gil (Cádiz, 1974) conviven de manera absolutamente personal literatura, cine y canción de autor. En el ámbito de la canción ha publicado Serrat, cantares y huellas, Serrat y Sabina a vista de pájaro, Jacques Brel, una canción desesperada, Javier Ruibal, más al sur de la quimera y Joan Isaac, bandera negra al cor. Su amor al cine ha dado como fruto el libro François Truffaut publicado por Cátedra y el guión y producción del documental En medio de las olas dedicado a su padre el poeta José Manuel García Gómez. También ha producido el documental Vivir en Gonzalo que ha dirigido Pepe Freire y en el que se profundiza en la obra de Gonzalo García Pelayo. Como poeta es autor de La pared íntima, Al cerrar los ojos y Las gafas de Allen. Es autor además del libro José Manuel García Gómez, un poeta en medio de las olas.




lunes, 8 de abril de 2013

SARA QUE ESTÁS EN LOS CIELOS

En los obituarios de Sara Montiel será difícil escapar de los lugares comunes. Se confunden personaje y mito porque no cabe duda todo lo que significó Sara Montiel como ídolo del cine español de la posguerra. Mi padre guardaba en su escritorio - sin ir más lejos- una foto dedicada de la artista. Paco Umbral en su Crónica de esa guapa gente ironizaba sobre el socialismo que Sara Montiel abanderaba en los años ochenta y la definía como musa de eso que en Madrid llamaban "el otro veintisiete" o el veintisiete del humor en donde se agrupaban Mihura, Tono y compañía. 

Sara dio el salto a Hollywood. Se la vio en Yuma a las órdenes de Sam Fuller y antes en Veracruz en la que fue dirigida por Robert Aldrich, otro peso pesado del cine norteamericano. Fue una etapa breve pero intensa en la que llegó a contraer matrimonio con el gran Anthony Mann. Después de aquello el mito regresó al tedio de la España franquista. Umbral la recuerda en el Paralelo barcelonés compartiendo con ella pan tumaca antes de que la diva se erigiera en musa de todas las "locas, travestis, mariconas y padres de familia reprimidos de los ochenta". Así la recuerda el autor de Mortal y rosa que no se mordía la lengua. 

Antes de Umbral hay otro retrato de Sara que debemos a Juan Marsé y que formó parte de la galería de retratos de su libro Señoras y señores. El autor de Si te dicen que caí apunta que los senos de Sara fueron los primeros que merecieron cierto interés por parte del Sindicato Nacional del Espectáculo. Marsé se deleita en la anatomía de la artista, en el aura sexual que rondó siempre los aledaños de su boca o en los hermosos ojos para terminar señalando que la suya "es una belleza lenta, meditativa, de porcelana china". 

Hay muchas historias que nos llevan hasta el aura de Sara Montiel. Algunas más desconocidas como aquel desencuentro con el cine de la Escuela de Barcelona que no iba con ella como Sara Montiel tampoco iba con ellos. El cineasta Jorge Grau escribió un guión titulado Tuset Street con la intención de dirigirlo él mismo. El guión interesó a la productora Suevia Films gracias a las gestiones del productor Ricardo Múñoz Suay, figura interesante del cine español del pasado siglo que ha estudiado con acierto Esteve Riambau quien le dedicó una biografía ejemplar hace algunos años. En principio Tuset Street abordaba la historia de una corista de El Molino. El problema es que Grau quería a Serena Vergano -una de las musas de la Escuela de Barcelona- y Suevia Films impuso a Sara Montiel, entonces ya figura ciertamente decadente en el cine español. A Grau no le quedó más remedio que aceptar a Sara Montiel. 

Por otro lado la unión de la actriz con la Escuela de Barcelona podía ser una ocasión de situar a ésta en la órbita de la industria cinematográfica como era el deseo de Muñoz Suay. Para ello lo primero era introducir a Jorge Grau en la Escuela de Barcelona y luego sumar al proyecto a Rafael Azcona como medio de prestigiar la futura producción. 

Hay una carta curiosa que Grau le manda a Sara Montiel antes de empezar el rodaje. Le dice que no piensa que sea una actriz acabada (sic) y que debe proyectarse hacia el futuro. De algún modo Grau trata de limar futuras asperezas pero se niega a ser manejado por la actriz, a que no se respete el guión de la película y a que se le confunda con uno de esos cineastas que sirvieron al mito de Sara Montiel en otro tiempo. Debió resultar curioso ese duelo entre el rebelde Grau y la divina Sara en tiempos de cambios para el cine español con la savia nueva de la Escuela de Barcelona. 

El gran crítico José Luis Guarner fue testigo y llegó a ejercer de diarista del rodaje que arrancó en diciembre de 1967. La película podría haber cambiado el título y pasar a llamarse Sara contra el mundo en vez de Tuset Street porque la vedette fue más vedette que nunca en aquella experiencia que no parecía ir con ella. Pasaron por el set varios directores de fotografía que fueron abandonando la producción cuando se dieron cuenta del callejón sin salida de la misma con Sara Montiel enfrentada a todo el equipo de producción. Por allí recaló hasta ese genio de las luces y las sombras llamado Nestor Almendros que venía de rodar La coleccionista con Rohmer. Todos salieron escopetados de la película. 

La diva manchega no hizo precisamente amistad con sus compañeros de reparto ni con el francés Patrick Bauchau ni con Teresa Gimpera a la que menospreció por ser una chica que hacía spots televisivos. Unas tomas rodadas en la mítica Bocaccio -punto de encuentro de la gauche divine- derivó en enfrentamiento directo y definitivo entre el director y su actriz principal. Todo lo desencadenó una panorámica vertical que pretendía seguir a Sara Montiel de los pies hasta la cabeza mientras bailaba en una especie de podio. Hasta ahí podíamos llegar y hasta ahí se llegó. El rodaje quedó congelado y Grau fue despedido por Marciano de la Fuente, gerente de Suevia. Fue el principio del fin de esa etiqueta llamada Escuela de Barcelona y un fracaso personal de Múñoz Suay que quiso un imposible que era tratar de profesionalizar a los integrantes de la misma. 

Tuset Street terminó en manos de Luis Marquina que rodó algunas secuencias en Madrid y que quiso retirar su nombre de la película que ya era un híbrido entre el proyecto original de Grau, el divismo e imposición de Sara Montiel y las injerencias en el proceso de Suevia. De la Escuela de Barcelona no había quedado absolutamente nada. Pero esta historia enmarca una etapa curiosa en la vida de la artista de Campo de Criptana a la que ahora todos rinden culto. Lástima que la imagen de los últimos años de la actriz quede también vinculada a los efectos nocivos de la telebasura que hurgó en su vida privada con el total consentimiento de la otrora intérprete de La violetera y de otros hits del cine español del franquismo.