¿Pueden suceder tales cosas? rezaba una edición de cuentos fantásticos completos del gran
Ambrose Bierce. ¿Pueden suceder tales cosas? nos
preguntamos también al leer las leyendas y misterios que José Manuel Serrano
Cueto narra con indudable buen pulso narrativo en Cádiz oculto.
Conozco a José Manuel desde hace
mucho tiempo. Compartimos mediodías literarios en el Grupo Unicornio al amparo
de Tántalo y de Antonio Rodríguez Lorca: primeros afanes, primeros destellos,
primeras huellas que fuimos trazando en las arenas imaginarias de aquellas
playas juveniles que estaban por hollar.
Cada cual vierte como quiere el agua
en el búcaro silencioso de la vida. Para el letraherido lo que importa es
verter la tinta apasionada en la hoja en blanco. José Manuel lo sabe y su obra
revela a un escritor concienzudo, riguroso que ha sabido pintar la belleza
herida de Ava Gardner del mismo modo que ha sabido bucear en los monstruos del
cine, la bella y las bestias en feliz entrelazamiento.
Como escritor de cine José Manuel se
ha revelado como un corredor de fondo. Nos ha desentrañado el cine de terror y
ha sabido en el documental Contra el
tiempo ir más allá de las trompetas de la fama que denostaba Georges
Brassens y reivindicar a los actores secundarios, a los menos renombrados pero
sin los que la manivela del cine –arte coral por excelencia- jamás hubiese girado. Ese empeño rescatador
–palabra hoy, por otros motivos, de lamentable actualidad, no mentemos a la
bicha- está detrás también de obras como
Gaditanos del cine o Malagueños del cine. En cierto modo a mí
me gusta hacer con los cantautores un proceso parecido de reivindicación, más
allá de los grandes nombres, de los grandes éxitos, y buscando a aquellos que
no siempre encontraron un lugar en el sol o que habiéndolo encontrado este país
de tan mala memoria pudiera sepultar de un plumazo en las fauces del olvido.
Y diciendo esto pienso ahora en las
correspondencias que existen –haberlas haylas- entre la obra de José Manuel y
mi propia obra. Él tiene un hermano que también escribe como yo pero ambos
asumimos nuestras diferencias con ellos, nuestra manera personal de entender lo
que hacemos, al margen de etiquetas y de peligrosos reduccionismos. Ambos hemos
tenido la fortuna de publicar en la colección Cineastas de Cátedra, sueños del
pibe realizados si se me permite la expresión porteña. Él publicó en Cátedra,
un libro excelente sobre Tod Browning y yo lo hice sobre François Truffaut que
por cierto filmó una maravillosa película mortuoria: La habitación verde que os
invito a descubrir, si no la conocéis. Y en ese juego de correspondencias entre
José Manuel y yo cabe decir que hemos terminado compartiendo catálogo casi a la
par en Ediciones Mayi. Yo con Javier
Ruibal, más al sur de la quimera y José Manuel con este Cádiz oculto que nos trae aquí esta
tarde-noche en la que nos importa más la senda que nos lleva al misterioso
Callejón del duende o a una casa encantada del Cádiz antiguo que el hecho de
que Vicente del Bosque hoy juegue contra los rocosos irlandeses con un punta o
con dos. Los misterios del fútbol ahora no importan y mira que hay expedientes
X en el balompié nacional y futbolistas paranormales como Mágico González, tal
como se encarga de recordar Paco Plaza en el prólogo del libro.
Importa más que la adormidera del
esférico rodante la vela encendida, a punto de consumirse, la larga cortina, la
ventana que el viento furibundo golpea, el péndulo intrigante, la guadaña, el
ancho misterio de la imagen borrosa que aparece de pronto en una ventana y que
alguien ve desde la calle, sugestión o fantasía de quien la contempla o hecho
inexplicable que José Manuel con ojos curiosos desliza por las páginas de este
libro.
Paseaba yo el otro día por la calle
Acacias – distraído como casi siempre, llevando en el borde del pensamiento un
poema que luego – como le pasaba a Pessoa- olvidé, cuando me fijé en una adolescente rubia y
pecosa de esas que deben estar haciendo la ESO. No piensen que uno es algo así
como el protagonista de Lolita de
Nabokov, soñador de nínfulas. Mi observación venía a cuento porque la chica
llevaba un libro como quien lleva un tesoro y no portaba un IPOD con la
discografía completa de algún triunfito. Y ese libro no era otro que Cádiz Oculto del señor Serrano Cueto,
aquí presente. Comprendí – aunque no me quedaban dudas- que esa era la
confirmación del éxito, que la escena no era ni mucho menos casual. Las
historias gaditanas para no dormir habían penetrado en el caprichoso corazón
adolescente, ese corazón que late dejando atrás los primeros miedos infantiles,
ese mundo sonoro en el que una luz
encendida puede salvar a un niño del caos de las lágrimas sonoras que se
derraman en la noche tras haber sufrido una pesadilla.
En Cádiz oculto vibra el contador de historias más o menos legendarias
y hallamos a una niña que sigue tocando el piano en el Barrio de la Viña y nos
internamos en la llamada casa del pirata y en una casa de espejos y más allá en un
cementerio que suele ser cosa seria contradiciendo el hit ochentero de Mecano. Hay
también por estas páginas –pulcramente editadas- maldiciones, sombras de
sospecha y fantasmas que cruzaban las entrañas del Hospital de Mora, ese
Hospital en el que tantas veces en mi infancia vi pasar de la mano de mis
padres el Cristo de la Misericordia.
Una ciudad tan sugestiva como Cádiz,
inveterada, mágica, eterna, merecía este viaje a lo desconocido, un viaje que
incluye una galería de monstruos gaditanos que hubiesen conmovido al bueno de
Ray Harryhausen. No faltan secuencias milagreras como las que conforman la
leyenda del Nazareno de Santa María, el greñuo al que Fernando Quiñones
dedicara un poema hermosísimo en sus Crónicas
del 40.
Tuya es ahora la palabra, querido
José Manuel. ¿Pueden suceder tales cosas?
– volvemos a preguntarnos. Apaguen sus móviles que habla el autor de la obra y
no vaya a ser que les suene el iphone y sea algún muerto quien les llama desde
alguna ignota región del más allá. Si eso ocurriera Las libreras – no les quepa duda- formaría parte de una próxima
edición de Cádiz oculto. Muchas gracias.
Presentación de Cádiz oculto, Las libreras, Cádiz, 14 de junio de 2012.