¿A qué juega el Madrid? nos preguntamos muchos. Se fue Mou al que algunos comparaban con Hitler y ha llegado Carlo Ancelotti con su arqueo de cejas y parece que el Madrid sigue sin jugar a nada y ha perdido incluso esa competitividad que sí poseía con el vilipendiado técnico luso.
En el tren que me traía de vuelta a Cádiz desde Barcelona me hice con un ejemplar de la admirable revista Panenka que en su número de septiembre dedicaba un especial a la añorada Quinta del Buitre donde están indudablemente ciertos cimientos del fútbol espectáculo del Barça de Pep Guardiola. Para mí decir Quinta del Buitre es decir infancia y es decir fútbol y proyecto de equipo, algo que lamentablemente no encontramos hoy en este Madrid de Florentino Pérez, sin una estructura definida, pendiente de alguna genialidad de Ronaldo o de Isco, el único fichaje consecuente que el Madrid ha hecho este año a la espera de lo que aporte Bale.
Uno ve jugar - es un decir- a Arbeloa o ve a Benzemá cual alma en pena o a Di María volviendo a las andadas del curso anterior y encuentra una lógica aplastante a lo que sucede. Uno ve cómo se vende a un futbolista talentoso como Ózil y cómo Khedira lleva las riendas del equipo -es otro decir- y comprende muchas cosas. Y todo lo sintetiza el arqueo de cejas de Carlo y el rostro de esfinge de Zizou. Y ya no está Mou como causante de todos los males que dejaba a Iker Casillas en el ostracismo. Y ahí siguen el capo Sergio Ramos y Pepe como pareja de centrales a la deriva. Y todo parece claro, como el agua de un torrente, cuando el Madrid se pasea cual fantasma en el campo del Elche o cuando se ve incapaz de superar el entramado defensivo del Atlético de Madrid con una circulación del balón más lenta que la del caballo del malo.
Y claro, al final soñamos con aquella Quinta del Buitre, parnaso del madridismo de muchos de quienes añoramos los centros de Michel cuando vemos centrar a Arbeloa y pensamos que este equipo puede jugar mejor, debe jugar mejor. Pero algo sigue pasando y ya no es culpa de Mou que ponía a Coentrau porque era su amigo portugués, porque resulta que ahora lo seguimos sufriendo como titular en este Madrid que nos duele igual que a Unamuno le dolía España. O casi.